La primavera desde la ventana
Desde las ventanas de nuestra casa, donde paso este periodo de reclusión obligatorio, observo a los árboles que bordean el barrio. La primavera les ha llenado de vida y color, y además, nadie ni nada les impide desarrollarse y respirar felices porque la actividad humana, paralizada y en estado de shock, no ha podido evitar que la naturaleza siguiera su curso. Un maravilloso espectáculo del que puedo disfrutar durante todo el día porque el paisaje cambia dependiendo de la hora, la luz solar, la lluvia…Y a medida que transcurren los días, el entorno va cambiando. Es la magia de la vida.
Desde las ventanas de nuestra casa contemplo atónita la nada, que se ha adueñado de las calles del barrio en el que vivo. Impresionante el silencio que nos envuelve, solamente roto por los aplausos de las 8 de la tarde, dedicado a todas aquellas personas imprescindibles que se esfuerzan para que los recursos fundamentales para la vida lleguen allí donde son más necesarios.
Al comienzo de este encierro sentía una constante sensación de irrealidad, como que esto no estaba pasando, junto a la preocupación de lo que estaría ocurriendo con los grupos de población más vulnerables, (trabajadoras sexuales, las que trabajan en el servicio doméstico en situación irregular, las personas confinadas en viviendas precarias, las mujeres forzadas a compartir su encierro con quién le maltrata, las personas mayores que viven solas, las que viven en la calle, personas presas, refugiadas, quienes han quedado en el paro y no pueden hacer frente a sus gastos cotidianos, manteros, etc.) y a cómo saldremos de ésta.
Y estas interrogantes me llevan a reflexionar y comparar respecto a las condiciones en las que está transcurriendo mi confinamiento.
Comparto la vivienda con una persona que me quiere y respeta. A pesar de ser bastante diferentes, tengo la suerte de poder charlar sobre lo que me preocupa e interesa. Nuestra vivienda es sencilla, cómoda y con espacio suficiente para disfrutar de una habitación propia donde paso largos ratos leyendo, escuchando música, trasteando en el ordenador y charlando por teléfono con quienes quiero y me preocupan. Y como no tengo wasap, puedo escuchar sus voces y así percibir sus estados de ánimo.
La soledad, el miedo, la tristeza y la apatía, de momento, no han entrado en mi vida. La amistad es uno de mis mayores tesoros y, para mí, es como una planta a la que cuido con mucho mimo.
En el aspecto económico, llego a final de mes. No me van a desahuciar. No me van a cortar el agua ni la luz. No me van a señalar porque estoy tirada en la calle, porque soy pobre de solemnidad.
Aunque desde hace ya un tiempo soy consciente de gozar de muchos privilegios, debidos en parte, por habitar en una parte del mundo que se beneficia del espolio de los recursos a otros países, nunca como hasta ahora, la evidencia es tan manifiesta. Y además, por tener resueltas las necesidades básicas, puedo y debo reflexionar y pensar para, en “juntanza”, intentar participar en la construcción de otra realidad político-social, para Gasteiz y para el País en el que vivo.
Durante este tiempo he leído artículos de opinión de gentes interesantes y variopintas. Los contenidos varían pero hay dos preguntas que se repiten con bastante frecuencia. ¿Saldremos de ésta? ¿Qué habremos aprendido para el futuro?
En una ilustrativa viñeta del “ROTO” aparece la imagen de un barco sobre un mar embravecido y tres frases: “-NOS SALVAMOS TODOS O NOS HUNDIMOS TODOS” – “¿Y LOS QUE NO EMBARCARON?” “-A ESOS YA LOS HUNDIMOS ANTES”
El poder devastador de este virus, está sacando a flote todas las vergüenzas y miserias ocultas en nuestras comunidades, ciudades y sociedad en general. Ante nuestros ojos se hace visible con toda su crudeza las consecuencias de la salvaje precariedad y desigualdad social que recorre el planeta, por las que millones de seres humanos van a desaparecer o se verán abocados a la marginación y exclusión sociales. También los autoritarismos, aletargados, van emergiendo haciendo peligrar las frágiles libertades político-sociales conseguidas.
Alguien decía que “el arte de la prestidigitación consiste en dirigir la atención del público para que no se dé cuenta de lo que tiene ante sus ojos” Y la trampa ya está en marcha. ¿Estamos aprendiendo algo para el presente-futuro? De nosotras y nosotros depende, sobre todo de quienes por tener cubiertas las necesidades básicas nos lo podemos permitir, que se generen espacios de reflexión destinados a promover estrategias que vayan dando respuesta, desde lo local, a todos los aspectos importantes de la vida. Iraultzak txikiak. Ya hay colectivos que lo están haciendo.
Tenemos que sacudirnos este shock que nos impide vivir y comenzar, poco a poco, a retomar el rumbo de nuestras vidas, porque todo pinta a que situaciones como las que estamos viviendo se repetirán.
Decía Luis Eduardo Aute “…Ante otro más de lo mismo, creí en lo distinto. Porque vivir era búsqueda y no una guarida”
Tomás Ibañez, psicólogo, militante libertario y teórico anarquista, en un artículo de opinión en el que plantea su visión poco esperanzadora sobre la situación que estamos viviendo, finaliza, no obstante, con esta perla:
“Por suerte, la larga historia de la humanidad nos enseña que siempre han permanecido bolsas de resistencia y energías insumisas que han sabido promover prácticas de libertad hasta en las situaciones más inhóspitas. Son esas prácticas y las luchas que alientan las que permiten albergar cierto optimismo… a pesar de todo”.
¡Manos a la obra!
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