«La batzarra, reunión política de los barrios» -Julia Itoiz-
La batzarra es la reunión política vasca de los barrios, entendida política como el arte de gestionar lo público y barrio como esos pequeños grupos de casas aisladas de nuestro medio rural tradicional. La batzarra era un lugar donde se discutía lo común, porque lo que es común, debe discutirse siempre. Un lugar donde expresar las opiniones, crear compromisos y alianzas, analizar acciones que generaban conflicto. Un lugar de aprendizaje político, de aprender a discutir, a vivir juntos, a tomar decisiones juntas. Reflejaba una actitud ante la vida en la que, más que buscar la satisfacción propia, se tomaba otra actitud de partida en el que el deseo es dar a la otra persona. Cuando esto se realiza mutuamente, se genera un gran lazo de solidaridad. A la Batzarra se iba con gusto, “arinki”, para colaborar en la consecución del bien común.
En una sociedad con mucha necesidad y poca propiedad, sin gran extensión de tierras, sin clases sociales y una vida humilde, estos barrios rurales eran lugares de gran actividad comunitaria, donde la vecindad se juntaba para construir casas o arreglarlas, para realizar más fácilmente las actividades más duras del ciclo agrícola ganadero, para construir pequeñas obras públicas, en las que se compartía esfuerzos, animales y herramientas. En esta realidad, aquel que destacaba en esa red social, buruzagi, no era un líder militar sino más bien un líder familiar con un carácter generoso de ofrecer y una obligación, servir. Después llego un mayor dominio del medio, una conquista-colonización de tierras, líderes militares y religiosos al modo foráneo y sus consiguientes clases sociales, y el barrio y la batzarra fueron perdiendo soberanía. Sin embargo, su recuerdo existe, en cada asamblea que realizamos, en cada auzolan…
En las teorías más modernas sobre organizaciones se considera que dentro de cada sistema, e Iruña es un pequeño gran sistema, hay diferentes partes que contienen una porción de la realidad que actúa dentro de ese sistema, que siempre interactúan entre ellas, que siempre, cada parte, cae en los mismos errores, y algo muy importante, cuando una de estas partes cambia, cambia todo el sistema. En un sistema siempre hay un eje principal que marca la dirección del sistema, la misión o intención superior de esa organización, y la visión, o la dirección que se toma para lograr esa misión. El liderazgo del sistema es quien marca el camino que lleva desde la misión, pasando por la visión, hasta el éxito. Y se alimenta de todas las partes. Después está, como otras partes, la organización, que en este caso sería el equipo de gobierno municipal, los clientes o usuarios, es decir, la población de Iruña, y el entorno, la administración o el marco dentro de donde se mueve el sistema. Cada una de estas partes juega en su propio espacio con sus propias leyes, y por eso el sistema es de tal complejidad que ni siquiera en cuatro años, si llegas inexperto, eres capaz de conocerlo en su integridad. He oído decir a una concejala experimentada que la primera legislatura sirve para situarte.
La organización o equipo municipal tiene dos funciones principales, una, gestionar el poder (o la capacidad de hacer cosas, sin cargas emotivas), mantener o transformar la estructura y marcar el orden del sistema, que va primero y que va después. La otra función es la de motivar, que se consigue con un ejercicio de dar y tomar acompasado. Los errores en los que se puede caer es que no se tenga claro quién tiene el poder o que se haga una mala gestión de esa capacidad, que la estructura necesite cambiarse y no se perciba o no se quiera cambiar, que el orden esté trastocado, que se pida mucho y no haya una devolución.
Por otro lado, la parte del entorno o administración marca los roles de cada cual, la codependencia con otros sistemas, las tareas que se pueden hacer. Se expresa en todo el entramado legal que limita la acción, el presupuesto que limita las posibilidades de invertir, el cuerpo de funcionariado que mueve la gestión municipal administrada por ese equipo municipal, la ciudad que ya está construida. Es muy importante en este espacio tener claras las codependencias, los roles de cada cual, los límites, porque así se consigue que el sistema funcione de forma más efectiva.
Por último, estarían clientes, usuarios o población. Aquí los temas importantes son la comunicación, la relación y la gestión de las emociones. Y aquí está la problemática que ahora mismo más prioritaria me parece en la gestión del cambio político en Iruña. El equipo de gobierno municipal no está acertando en la comunicación con esta parte, además las estructuras de comunicación y relación están sin conformarse porque son las de una democracia representativa pero nosotras aspiramos a otra participativa, y por eso no existen las estructuras participativas necesarias para que no surjan problemas de relación entre la sociedad y su administración. Y por otro lado, la población, o grupos de ella, están cayendo en un error en el análisis del sistema: Lo que es un problema comunicativo se está convirtiendo en un problema de misión. En la misión se guardan los valores compartidos, los objetivos más elevados, los principios del sistema. Y lo que son fallos de estructura participativa, de comunicación, de creación de roles, que a su vez necesitan su propia estrategia, se están considerando traición a los principios ideológicos, pérdida de valores. Y esto trastoca por su parte la motivación. Porque hay una gente trabajando con mucho esfuerzo y les estamos pagando con desconfianza, cuando el problema de que no recibamos lo que queremos no es de voluntad sino de limitaciones en el entorno actual. Al final creo que es un síntoma de que nuestra cultura política, necesita adaptarse a los nuevos tiempos. Que debemos construir nuevos valores en nuestro pequeño gran sistema que es Iruña.
El cerebro humano se ha ido construyendo, a base de pliegues de tejido, desde un núcleo que justo atendía las capacidades motoras hasta el asombroso cerebro social que nos ha hecho ser el más decisivo superorganismo del planeta. Nuestro hándicap es que, si bien el cerebro superior nos ha hecho crear la sociedad y la tecnología que disfrutamos, la parte que rige nuestras emociones es una pequeña nuez que ya teníamos cuando éramos reptiles sobreviviendo en un entorno hostil en el que era decisivo tener una percepción correcta del peligro para poder atacar o huir. Y así, a pesar de ser el organismo con mayor conciencia terrestre, cuando algo nos enfada o nos da miedo, cegamos esa clarividencia y nos regimos por algo más primario, fuente de nuestros mayores despropósitos. Y resulta que esa pequeña nuez se programa en la infancia y experiencias traumáticas pueden actuar como un sello que se activa, inconsciente, irracional, en cuestión de segundos, con experiencias que nos recuerdan aquella por la que nos hemos podido ver traumatizad@s. Creo que somos una comunidad políticamente traumatizada por conquistas, desarraigos, guerras, muertes e injusticias que nunca fueron restituidas. Y que a pesar de vivir una situación nueva, nuestra nuez, ante actuaciones políticas que nos recuerdan experiencias pasadas, se nos activa el miedo y la noción de peligro, y volvemos a actuar como siempre.
Nuestros antepasados no iban a la batzarra a exigir lo suyo, sino con el ánimo de colaborar en lo común. Era la batzarra la que decidía qué era la prioridad en ese momento para la comunidad, y como había espacio para la discusión y había confianza mutua, las decisiones se aceptaban.
Creo que debemos reflexionar sobre nuestras actitudes individuales y colectivas, a ver si albergamos dentro el antiguo valor político y social vasco o el impuesto indoeuropeo liberal y capitalista. Creo que debemos confiar unas en otros. Creo que debemos generar una visión compartida que nos motive, que vaya transformando lo que necesite cambiarse, que deje claro la función de cada cual, que nos convierta, a todo el sistema, en un equipo, con partes diferentes con capacidades diferentes complementarias que son capaces de trabajar unidos por un mismo objetivo y que por eso alcanzan mayor fuerza que la suma simple de la fuerza de las partes.
A veces existen intentos de solucionar problemas de sistemas que, como no son bien diagnosticados, acaban colaborando con el fracaso del sistema, a pesar de ser intentos de solución.
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