La batalla perdida de la Historia
La asignatura aburrida, la chapa, coloquialmente. Esa es la primera idea que muchas alumnas tienen en la cabeza cuando les preguntan por Historia. Y con semejante etiqueta que perdura generaciones, es difícil que de pronto se les abran los cielos y la vean como una materia potencial a entretenerles y aportarles conocimiento al mismo tiempo.
Entrar en el aula para impartir Historia es ver caras de aburrimiento, suspiros, quejas y quizás hasta el amargo sabor a batalla perdida. ¿Y cómo intentar la épica ante la aparente derrota? Siendo juglar, profesora, motivadora, oyente, oradora y teniendo la maleta llena de recursos e ilusión.
La situación es la siguiente. Aula a trecientos noventa y cuatro grados, cansancio y las alumnas aún sin el material. La profesora hace malabares para motivar al auditorio lleno de bostezos. Explicaciones dadas de distintas formas, esquemas claros en los que se destacan las ideas principales, vídeos e imágenes que ayudan a visualizar los contenidos, preguntas a las alumnas, contar anécdotas, relacionar la materia con su entorno cercano… Mil y una formas para que por fin relacionen la Historia con Las mil y una noches.
Es decir, que la Historia es un relato, lleno de aventuras, de pasión, de guerra, de hambruna, de creatividad, de pícaras, de campesinas, de reinas. Impartir la asignatura puede convertirse en ser juglar de las idas y venidas de la corte inglesa, las conspiraciones de la nobleza visigoda, o las penurias de las campesinas rusas.
Con todo ello quiero destacar la capacidad del relato para entretener e interesar desde siempre. Imaginemos a las tribus bereberes en medio del desierto, sentadas alrededor del té y oyendo las peripecias de los vikingos por las costas inglesas. Acordémonos de nuestros cuentos antes de ir a dormir, de cómo la imaginación y la letra podía crear una rutina de cuentacuentos que parece que se diluya con la edad.
Rescatemos esa niña que ansiaba la misma historia cada noche, o la que soñaba con geografías imposibles y apliquemos esa ilusión a la Historia. No se trata de memorizar fechas, nombres y acontecimientos, se trata de que les den sentido, los relacionen y creen una fábula con la que poder facilitar el conocimiento. Se trata de que los bostezos estén relegados al mundo de Orfeo y no al de Clío.
Miren Rico Tolosa, 2020-09-16
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