Humana naturaleza
Agradecida porque de nuevo me vuelven a invitar a colaborar con Halabedi. Traer y llevar ideas desde el pueblo hasta la radio podría ayudar a descentralizar el pensamiento urbanocéntrico que nos desvía y separa de las realidades rurales. No lo sé. Sería como suponer que yo misma, mujer de pueblo, estaría libre de participar de esta ruptura por el mero hecho de habitar un pueblo, de pertenecer a un pueblo. Qué osadía!
Me asomo a la ventana. Con la luna llena se va deshaciendo la poca nieve que todavía queda; la capa más superficial de la tierra queda así totalmente a la vista. Se descubre, en la misma frontera de barro, la dolorosa y delicada línea que nos colocó en el plano superior que invierte nuestro propio valor en el sistema mundo. Sólo creando esta frontera artificial que fue impulsada por la modernidad capitalista asumimos el poder de pisotear con prepotencia y desprecio el inseparable destino que nos liga al de la naturaleza, que nos marca nuestra humanidad natural.
Saquear y explotar la tierra, romper su equilibrio al utilizar de un modo irracional los recursos que nos proporciona para nuestra subsistencia y esquilmar, arrasar con todo, transformándolo al dictado del amo. Ahora los mismos dueños del mundo proponen como necesario volver a violar una tierra exhausta para renovar su incontenible poder. Fuerzan a la apertura de nuevos centros de extracción de materias primas baratas que impulsen la imparable acumulación de riquezas, usadas para abrir nuevos negocios en las cimas sagradas de nuestros ancestros, o en las tierras que un día nos alimentaron.
Saquear, explotar y oprimir las manos que cultivan la tierra, las manos que aportan el trabajo necesario para transformar el elemento primero en el producto que luego consumiremos, saquear y explotar las manos que son capaces de reproducir la vida, saquear y explotar las manos perdidas. Quién podría hacerlo mejor que el capitalismo.
Nos sumerge en continuas crisis económicas que nos siguen negando la posibilidad de subsistir autónomamente, quitándonos lo que un día nos permitieron con el fin de ir engrosando con nuestra piel al grupo de personas que somos simultáneamente sobrantes y útiles al sistema. Desencadena crisis ecológicas que no asume porque está degradando las condiciones naturales sin integralarlas dentro de sus cálculos de creación de valor. Este es el principal motivo por el que el sistema socioeconómico dominante no puede dar respuesta a la urgencia de atajar y resolver los problemas medioambientales, puesto que niega y no está en su ser asumir los costes y daños que produce a la naturaleza. Como consecuencia las soluciones que nos plantea para ello estarán necesariamente enmarcadas dentro de su lógica de mercado, destructiva y explotadora a partes iguales.
Bajando a la tierra que nos ocupa y nos compone, la provocación capitalista de instalar nuevas máquinas para revertir el cambio climático no puede ser más que el preludio de la continuidad de la apuesta por la renovabilidad de su modo de producción y de la prolongación de las consecuencias inseparables a su condición.
Las personas trabajadoras estamos bajo los mismos yugos que someten y dominan a la naturaleza. Y bajo las mismas trampas que ocultan nuestra humanidad natural.
La nieve ya no es capaz de sujetar el ciclo que permitía el descanso vital y los nuevos brotes se alzan altaneros comenzando un ciclo lleno de interrogantes. La riqueza de sentirnos unidas al destino natural disipa y abre un camino en disputa por la emancipación de la naturaleza que, a fin de cuentas, nos ayudará a ubicarnos en nuestras luchas.
Rebeka Gonzalez de Alaiza
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