Hogar
No se trata de mover una maceta aquí o allá, de reordenar una estantería o de pintar las paredes. Es el hogar, lugar que debe ser tu santuario. Pero, sin duda, la casa ha ido desdibujándose en prisión tras los meses de incertidumbre y el término arresto domiciliario ha llenado las bocas, mientras que las sombras y recovecos de la guarida se alargaban y se tornaban más lúgubres.
Por eso ese ansia en decorar, cambiar de lugar y redescubrir un espacio apenas habitado, que nos invitaba a reposar en él pero del que no conocíamos sus arrugas. Sin embargo, se han dejado de lado los lavados de cara y echamos a correr a las calles como si tuviésemos que reconquistar un espacio perdido, premio al mejor corredor, en una carrera contra el frío, el ruido y el abarrotamiento de las almas.
Y al llegar a casa, vuelta al jergón y a contar las horas para volver a abandonar el nido. Numerosos son los casos de hastío, soledad y melancolía al verse desprovistos del cielo. Pero si las vigas que nos guarecen de la tormenta se desmoronan, el cielo se torna en pesadilla. Nunca hubo estructura sólida sin buenas sujeciones.
Por eso todo ese tiempo invertido en recorrer la espina dorsal del hogar. En conocer el sonido de cada madera al caminar, en recolocar los libros para encontrar la combinación perfecta entre suspense y novela negra. Cada vértebra del caparazón de la casa se presenta ante nosotras para formar una morada.
Se trata de no huir nunca más, de salir por puro placer y entrar por ese mismo placer. La intimidad y consuelo llegarán cuando sea un lugar que nos reconforte en el que sintamos la necesidad de estar por la calma, la comprensión y la identificación que encontramos en él.
Este último punto es vital. La buhardilla material debe ser un espejo de la red mental y sentimental que nos conforma. Al compartirla debemos sentir el orgullo de una artista ante su creación y a la vez una profunda timidez porque al abrir la puerta estamos poniendo nuestro ser en el escaparate. Las elecciones son de gran importancia, tanto la de tener un espacio flexible como estático.
Mover una maceta puede ser una tarea trivial, pero si ese barro y verde representa un estado de calma, un obsequio, una pura delicia decorativa…nada es banal. Somos arquitectas de nuestra gruta primaria, hagamos de ella un hito en la línea temporal.
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