Ética liberal, desposesión y subsunción
Ética liberal, desposesión y subsunción: para una crítica del «socialismo de los ricos» y de la «comunidad capitalista».
El capitalismo es una maquina de desposesión: material y ética. A nivel material, nos han desposeído de los medios de producción y mercantilizado toda necesidad básica. Pero esta desposesión de clase no se ha limitado solo a lo material. Por medio de las diferentes fases de la ofensiva capitalista (y sus ciclos de acumulación) nos han desposeído de nuestra ética y valores, de los valores de la clase trabajadora: solidaridad de clase, sentido de comunidad, cultura popular, cooperación social y forma de vida colectiva. Nos han construido como individuos capitalistas, según la ideología del capital y los valores de la moral liberal: individualismo, egoísmo, culto del trabajo, de la familia y de la propiedad privada.
Pero sería un error pensar que el capitalismo haya destruido y enterrado los valores éticos de la clase trabajadora. Porque, más allá de ser una maquina de desposesión, el capitalismo también es una maquina de subsunción. Algunos de esos valores -bajo la etiqueta de lo comunitario- los vemos hoy reproducidos (despolitizados y caricaturizados) en su forma capitalista, por ejemplo en las empresas vanguardia del capitalismo «high tech»: el modelo Google, la comunidad de Silicon Valley o los gigantes de la gig economy (o «economía colaborativa») recuperan y hacen suyos -en su versión clasista y elitista- muchos de esos valores que el capitalismo ha desposeído a la clase trabajadora.
Por ejemplo, Google habla de la de sus trabajadores como de una «comunidad» y pone en el centro la importancia del «trabajo colaborativo y en cooperación», porque «nadie es capaz de lograr nada trabajando de manera independiente y aislada». Otras empresas de la «gig economy», como AirBnb, Uber o Facebook, también usan la misma retórica, poniendo en el centro la importancia de «valorizar el espíritu colaborativo y el sentido comunitario».
El caso tal vez más claro de subsunción y despolitización de los valores de la clase trabajadora por la élite capitalista es el de Silicon Valley: en la isla del capitalismo digital se vive una especie de «socialismo para ricos», donde los transportes son gratuitos, los «trabajadores» cobran muchísimo y participan de las ganancias y dividendos de las empresas, se hace apología del trabajo cooperativo y el urbanismo y la arquitectura están pensados para construir comunidad, para que la gente se conozca, encuentre y relacione.
Para el capital no parece contradictorio que Google construya su «comunidad de trabajadores felices y cooperativos», a la vez que da los medios a las ciudades de todo el mundo para convertirse en un Gran Hermano, donde todo está individualizado y controlado. Ni parece contradictorio que los jefes de Apple, Microsoft o Tesla manden sus hijos a escuelas donde se use el método Montessori (porque ayuda al “desarrollo del espíritu comunitario”), mientras explotan el trabajo de menores y esclavizan a niños de medio mundo para extraer materias primas. Y tampoco que los jefes de Amazon viajen en transporte gratuito o hagan apología del trabajo en equipo y colaborativo a la vez que persiguen a los sindicatos en la empresa, vulneran todo derecho básico y obligan a los trabajadores a mear en botellas.
No hay contradicción para el capital (y no puede haberla) porque sus privilegios de clases se sustentan en la desposesión y miseria de la mayoría. Porque el “socialismo para ricos” necesita de la dictadura y barbarie capitalista para los pobres.
Esto nos debería hacer problematizar la idealización de la comunidad y de la cooperación. La comunidad no es, per se, algo bueno: depende de quién y con qué objetivo la construye. El capitalismo nos ha quitado la comunidad porque esta es una fábrica de conciencia de clase. Porque sentirse parte de la misma clase siempre ha sido también sentirse parte de la misma comunidad (de un conjunto de valores, acciones y rituales que nos construyen como clase).
Pero ésto no vale solo para la clase trabajadora: la comunidad de los ricos, la de Silicon Valley, también construye conciencia de clase, conciencia de clase burguesa, produce y refuerza la ideología dominante y su sustrato ético. La comunidad, pues, puede ser una fuerza conservadora, para mantener y reproducir la dominación, la violencia y el estatus quo. Frente a una burguesía que se siente cada vez más comunidad (con conciencia de clase) necesitamos reconstruir nuestra comunidad política, como parte del salto subjetivo que puede convertir la clase explotada (categoría económica) en sujeto revolucionario (fuerza política). Reconstruir nuestra comunidad para recomponernos como clase consciente: una clase con conciencia de nuestras cadenas, pero también de nuestra potencia como sujeto y motor de la historia.
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