El problema no es la especulación, sino la propiedad privada: reflexiones sobre vivienda y lucha de clases.
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Inurri Gorria: El problema no es la especulación, sino la propiedad privada: reflexiones sobre vivienda y lucha de clases.00:07:42
Ya está claro que la crisis que estamos viviendo no es solo sanitaria, sino sistémica -un nuevo ciclo de la crisis económica capitalista-. En esta crisis, como en la de 2008, es central la cuestión de la vivienda. Estamos viviendo el segundo ciclo de burbuja inmobiliaria. En 2008 fue la burbuja de las hipotecas la que aceleró la crisis de sobre-producción o sub-consumo: una gran oferta de vivienda, debida al boom del ladrillo y a un sistema crediticio tramposo, frente a la insolvencia de las trabajadoras endeudadas. Ahora es la burbuja de los alquileres: estamos viviendo un nuevo proceso de pauperización de la clase trabajadora, que no puede hacer frente a unos alquileres que, a pesar de la mayor oferta (debida a que muchos pisos turísticos y de AirBnb han vuelto al mercado de la vivienda) no bajan de precios.
Frente a estos procesos, la respuesta desde la izquierda muchas veces es que el problema es la especulación. Y la solución que se pide es la intervención pública (mediante leyes, reformas o aumento del parque público). En este sentido creo que hay dos problemas conceptuales: por un lado, respecto a como se concibe la especulación; por otra por la falsa dicotomía que se propone entre especuladores e instituciones.
Tenemos que quitarnos de la cabeza esta imagen de los especuladores como los malos de las películas, que se ríen malvadamente en la sombra regodeandose con nuestra miseria. La especulación no es una práctica de unos pocos ávidos y sin escrúpulos sujetos, sino que es algo estructural por el sistema capitalista, y más aún en momentos de crisis. Como sabemos, en las crisis el capital no consigue valorizarse en la esfera clásica de la producción y recurre al denominado circuito secundario del capital: es decir, movilización de capital fijo en el sector de las viviendas o de las infraestructuras; de ahí la importancia del mercado inmobiliario y de la especulación en los momentos de crisis para reactivar los procesos de acumulación y valorización del capital. La especulación, en este sentido, es algo estructural y fundamental para el modo de producción capitalista: permite no desvalorizar el capital y asegurar la tasa de ganancia de las clases propietarias.
Por otro lado, tenemos que dejar de plantear la cuestión de la vivienda en términos de dicotomía instituciones-especuladores. Siendo la especulación un pilar de la acumulación capitalista, las instituciones burguesas no solo no irán en contra de ésta, sino que son un sujeto activo de la práctica especulativa: sea de forma indirecta, poniendo la alfombra roja a los procesos especulativos, por ejemplo, con la gentrificación o turistificación de barrios (procesos en los que la especulación inmobiliaria suele ser la locomotora del cambio); sea de forma directa, por ejemplo incentivando y financiando la construcción de parques de viviendas públicas cuyos beneficios pasan en manos privadas.
Voy a plantear dos ejemplos, uno histórico y otro actual: en el Estado español desde 1968 se han construido casi 7 millones de viviendas protegidas (en sus diferentes modalidades). Hoy el parque público de vivienda consta con 276.000 viviendas sociales. Es decir, más de 6 millones y medio de viviendas financiadas con dinero público han pasado al “mercado libre” (es decir, en manos de las fluctuaciones especulativas).
El segundo ejemplos, para no irnos muy lejos, es con los últimos Presupuestos generales del Estado: se ha anunciado un plan radical de vivienda, con lo que se financiará con 1.651 millones de euro la rehabilitación de viviendas y la construcción de 20.000 viviendas, para garantizar el parque público de viviendas. Hecha la Ley, hecha la trampa: el nuevo plan, lejos de ser pensado para las trabajadoras y su acceso a la vivienda, está hecho a medida de promotoras y constructoras, quienes se asegurarán los beneficios de los alquileres de estas viviendas durante los próximos 75 años. Es decir, una vez más, socialización de las pérdidas y privatización de los beneficios.
Pero como dicho, la cuestión no va ni de especuladores malos malísimos, ni de instituciones corruptas. Y menos de antagonismo Instituciones vs. Especuladores. Simplemente, son el mismo sujeto -la burguesía-, con el mismo objetivo -garantizar la acumulación y valorización del capital y la propiedad privada-.
Para ir acabando:
Si compartimos el análisis sobre la dialéctica público-privada en el mantenimiento de los procesos de acumulación/valorización del capital, deberíamos de concluir que no sirve de mucho pedir a las instituciones que se opongan a la especulación, porque iría en contra de su función política -ser el garante político de los intereses económicos capitalistas-.
Dicho esto, no quiere decir que no hay que luchar por reformas concretas o que éstas no sirvan para nada. La limitación del precio de los alquileres de la que mucho se habla, por ejemplo, sería algo útil, porque mejoraría las condiciones materiales de la clase trabajadora. Pero hay que pensar bien el prisma desde el que se plantea; y ese prisma únicamente puede ser el de la lucha de clases.
A modo de apertura del debate, acabo con algunas reflexiones:
– Las instituciones no son un sujeto de cambio, ni un interlocutor por los movimientos de lucha por la vivienda. Estos movimientos y la clase trabajadora desposeída son los sujetos del cambio. Y solo la lucha radical por la vivienda -y no la mediación institucional- podrán ser el motor de cualquier cambio en las condiciones materiales de nuestra clase.
– La lucha por la vivienda no puede ser una lucha parcial, sino que hay que verla dentro de una estrategia más integral de lucha de clases: reactivar la lucha de clases a partir del responder colectivamente a las necesidades individuales, politizando estas necesidades y colectivizando las respuestas a ellas, en todos los ámbitos de la vida.
– Como lucha de clases, dentro de un planteamiento integral, también la lucha por la vivienda tiene que responder a la dialéctica reforma-revolución: la lucha radical por la vivienda (como la lucha contra el trabajo asalariado) no se opone a las reformas concretas, pero sí al planteamiento reformista que ve las reformas como el objetivo de la lucha.
– Una Ley de regulación de los alquileres no es un objetivo estratégico de las luchas por la vivienda, sino, como mucho, una etapa intermedia (un objetivo táctico). El objetivo de la lucha por la vivienda tiene que ser la desmercantilización de la vivienda y la abolición de la propiedad privada (y de la lógica de la apropiación); una reforma que baje el precio de los alquileres no rompería ni de lejos con estas lógicas, sino que sería una regulación de la mercancía y de la apropiación privada.
– El objetivo de la lucha por la vivienda tiene que ser reforzar la auto-organización de la clase trabajadora. Solo ésta, y la reactivación radical de la lucha de clases, podrá mover las relaciones de fuerza entre clases para que se hagan reformas o leyes que limiten la especulación -como ha pasado en Catalunya-; pero siempre teniendo presente que los objetivos de la lucha por la vivienda -en el marco de la lucha de clases- son la abolición de la propiedad privada, de la mercancía y de la forma-valor y la superación del antagonismo entre clase propietaria y clases desposeídas; es decir, “el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual”.
Sin pretensiones de cerrar el debate, ni de decir nada nuevo, aquí dejo las reflexiones, para que vaya alimentando el debate dentro de los movimientos de lucha por la vivienda.
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