El monstruo no ha llegado ahora: génesis del fascismo y muerte de la socialdemocracia
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Inurri Gorria: El monstruo no ha llegado ahora: génesis del fascismo y muerte de la socialdemocracia00:04:57
“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”, decía Antonio Gramsci. El viejo mundo, el de la civilización capitalista, se muere lenta y inexorablemente. Y con este viejo mundo, se muere un producto de su civilización: la socialdemocracia. Lo que ya se ha muerto es su idea utópica de un capitalismo mejor, reformado, con rostro humano. El viejo mundo se muere. Pero el nuevo está muy lejos de aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos. En ese claroscuro de la crisis de la civilización capitalista, el monstruo ya está aquí: el fascismo.
Pero el monstruo fascista no surge ahora. El fascismo no ha llegado con las últimas elecciones italianas y con la victoria de la fascista Giorgia Meloni. El fascismo viene de lejos, es un cáncer que desde hace tiempo está carcomiendo el cuerpo en descomposición de la vieja Europa muriente. Es un error pensar que el fascismo social (la cultura fascista y la fascistización de la sociedad) llegue como consecuencia de la toma del poder de un partido fascista. La ecuación es la contraria: la fascistización de la sociedad viene antes y posibilita la toma del poder del partido fascista, que capitaliza electoralmente algo que ya existe y actúa socialmente. Las sociedades de la decadente Unión Europea ya son fascistas. La pulsión fascista (guerra entre pobres, odio hacia abajo, racismo, cultura patriarcal, militarismo…) ha sido cultivada durante décadas por la burguesía europea y hoy se ha hecho hegemónica. Lo vemos en el debate político institucional y en los medios de comunicación; pero lo vemos también en las escuelas, en los bares, en los barrios populares… El fascismo ya está aquí y está en todas partes.
El fascismo ha sido cultivado por la UE como respuesta a la crisis, empezando por el financiar y blanquear a los partidos fascistas, porque servía una respuesta sistémica a la crisis que, a la vez, se disfrazase de anti-sistema (para reconducir en el marco del orden constituido el descontento y los estallidos sociales). Ha sido cultivado mediante la política económica de austeridad, sacrificios y lagrimas y sangre contra al proletariado: ¿Qué hay más fascista del «eres pobre porque te lo mereces, porque has vivido por encima de tus posibilidades y no te esfuerzas lo suficiente»? Ha sido cultivado mediante el imaginario racista y xenófobo de la invasión: ¿Qué hay más fascista que el Ministro de Interior Marlaska felicitando la actuación de la policía marroquí por haber matado a decenas de personas en la frontera de Melilla, hablando de comedida respuesta frente al «ataque violento contra las fronteras»? Ha sido cultivado mediante el miedo a los okupas y la criminalización de personas y familias cuya única culpa es intentar dormir debajo de un techo: ¿Qué hay más fascista que poner la propiedad privada por encima de la vida de las personas, fomentando movilizaciones vecinales anti-okupa, cazas al migrante y guerras entre pobres? Ha sido cultivado mediante la retórica de los valores europeos, discurso supremacista que se pone por encima del bien y del mal, presentándose como juez y defensor de los derechos humanos (decidiendo cuáles derechos son «humanos» y cuáles no): ¿Qué hay más fascista que la hipocresía del discurso de la paz y derechos humanos en Ucrania, mientras se venden armas y se apoya a Arabia Saudí para exterminar a los yemeníes, se afirma el «derecho a la defensa» de Israel cuando mata a niños y periodistas palestinos o se defiende el derecho colonial de Marruecos sobre el territorio y pueblo saharaui?
Este trabajo ideológico, material y de revisionismo, organizado por la oligarquía europea (y, muchas veces, llevado a cabo por gobiernos socialdemócratas) ha sembrado la semilla del fascismo. Ahora los partidos fascistas que toman el poder son simplemente la cosecha de todo lo que ha sembrado la burguesía. La lucha antifascista no vendrá de la mano del hipócrita discurso de «los valores europeos», de las elecciones o de la política institucional. Bertold Brecht, hace tiempo, decía: «no hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado». Hoy podemos decir, mirando al caso europeo y a los responsables de la fascistización de la sociedad, «no hay nada más parecido a un fascista que un socialdemócrata cobarde».
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