El coronavirus mata, el autoritarismo se impone y la libertad peligra
Sospecho que, tras dos meses del comienzo de esta “crisis” del coronavirus, nadie sabe su naturaleza, ni cuándo terminará el confinamiento presente, ni el fondo de esa “normalidad” futura a la que contribuimos, y a la que más pronto que tarde habremos de enfrentarnos.
Pero ello no es impedimento para que Gobiernos, instituciones de todo tipo, premios Nobel, mentes inquietas, e iluminados variopintos se esfuercen en escudriñar nuestro futuro.
Los hay que, creen que nada será igual, que habitaremos un mundo distinto, con el Sistema y la Globalización “tocados”. Hay, estudiosos de la historia humana que afirman que el momento presente no constituirá corte alguno con nuestro pasado inmediato, si bien se acentuarán las formas de control y vigilancia, y en un mundo más desigual, todavía.
Y los hay quienes no piensan, no quieren pensar, sino que viven el momento presente como una pesadilla de la que no quieren despertar pues temen que la realidad sea peor, y que la pandemia constituya una puntillada a sus expectativas de vida. Y hay quienes llevan una vida tan perra, que el coronavirus es tan solo un mal menor y hasta una oportunidad para saltarse la frontera e instalarse en los territorios del hombre blanco.
Poco o nada más que contar, pues nada sabemos de cuanto sucede fuera de Occidente, vg. India, América, África…, donde el confinamiento es un lujo y estar en casa, sin trabajar es imposible. Sin olvidar por otra parte que la Organización Mundial de la Salud preve para África, este año, 700.000 muertes por malaria.
El control del virus y su manipulación por las altas instancias nos ha llevado a asumir comportamientos jamás imaginados, y que los hubiéramos combatido en otros tiempos.
Por contra habría que registrar que el coronavirus nos ha traído beneficios, ha descendido la emergencia climática, mejorado la salud de la madre naturaleza, y enseñado lo desiguales que los humanos somos. Todo ello debiera llevarnos a reducir el uso de combustibles fósiles, y poner coto al “crecimiento infinito” mito que constituye la base del desastre, y nuestro desnorte.
No es un problema de crecimiento, sino de reparto, y el de nuestros sueños, aspiraciones y deseos sin tope, que constituyen el sin sentido donde estamos sumergidos.
En un dos por tres, el coronavirus ha paralizado gran parte de la actividad humana, poniéndonos “firmes”, y al Gobierno en estado de coma. El momento que atravesamos, es época de crisis, crisis sanitaria con otros muchos componentes añadidos, experimentos y ensayos para usos posteriores al que más pronto que tarde tendremos que enfrentarnos.
Es una crisis que no se deja pensar, y al sentirnos perdidos optamos por delegar, confiar en expertos de quienes recibimos, consignas que limitan nuestros derechos, libertades, y sanciones por cuestiones no prohibidas por ley.
Cuando no hay respuestas a preguntas sobre las causas de la presente crisis y su utilización, se impone el silencio y recurren a tecnologías para vigilar, controlar, desactivar iniciativas, romper sueños para uniformarnos.
El 26 de abril leía en la prensa estatal un artículo titulado “Tantas multas en cuarenta días de confinamiento, como en cuatro años de “Ley Mordaza”.
El escrito aportaba datos oficiales, 741.407 multas a 26 de abril, que once días más tarde ascendieron a 850.000 y que hoy, a 13 días más, alcanzan el 1.000.000 de multas, constituyendo el principal instrumento de castigo-gobernanza del gobierno del PSOE.
Frente a las advertencias de la Abogacía del Estado, del Defensor del Pueblo, ONGs y Amnistia Internacional, dice el artículo que Marlaska, Ministro de Interior, seguía restando importancia al número de sanciones y emperrado en seguir multando a todo aquel que encuentre en la calle sin motivo.
Las críticas, apuntan al Art. 36.6 que castiga la desobediencia a los agentes, lo que no es novedad alguna.
Amnistia Internacional detallaba la “arbitraria aplicación” que se hace de ella para sancionar a participantes en protestas y a periodistas que trabajan en la calle. Recalcaba que la norma otorga “una gran discrecionalidad” a la policía, “a la hora de interpretar qué conducta podría constituir una infracción de este artículo”.
De hecho, la orden dada por el Ministro Marlaska prevé, que se sancione con 601€ a quién esté en la calle sin motivo pudiendo dispararse hasta los 2.000€ si el agente considera que el ciudadano le ha “menospreciado”.
La ley da mucho poder a los agentes y no hay ningún mecanismo de control y rendición de cuentas. Éstos se sienten impunes porque su versión vale más que la del ciudadano. La palabra de la policía no se puede cuestionar, que es la que da fe de la infracción. Virginia Álvarez, responsable de investigación de Amnistía Internacional, manifestaba en dicho escrito que muchas de las sanciones no llegarían a nada, pero teme que la gente prefiera pagar antes que recurrir la sanción, para acogerse a la reducción de las multas que pueden llegar al 50%.
En la “Comisión de Interior” también se puso sobre la mesa que en España se está sancionando más que en otros países del entorno. En Inglaterra la política de los agentes sigue la norma de “llamar la atención, explicar, animar y sólo si es necesario, imponer la ley”. Hasta el 13 de Abril se impusieron 3.203 multas en Inglaterra, 500 en Escocia 290 en Gales. Sin olvidar que las sanciones son de 70€.
En Alemania las sanciones varían según los Departamentos (Land) y no ofrecen un cómputo total. La policía se muestra muy comprensiva y opta por lo general por dispersar a la gente con palabras amables. En los Países Bajos, las sanciones se elevan a 400€ y contabilizaron 1400 multas hasta el 7 de Abril.
Creo que hoy, algunas sociedades en la propia Europa, según el peso, protagonismo que tienen las fuerzas armadas, tienden a reducir a términos militares las crisis, contradicciones sociales, culturales y políticas, y en nuestro caso, hasta las sanitarias, dado que el Art.8 de la Constitución Española proclama que las fuerzas armadas, constituyen la garantía de la unidad (uniformidad) y el orden en el Estado Español.
El Poder, incapaz de prever el virus (no decimos erradicarlo), llegando tarde y mal con sus prestaciones, camas hospitalarias, test, respiradores, mascarillas…, saca pecho y muestra sus habilidades, para declararnos peligrosos para la humanidad y nos golpea con la “Ley Mordaza”, recurriendo a tópicos repetidamente utilizados por dictadores y caciques de todo tipo “POR VUESTRO PROPIO BIEN”, dicen.
No sufren ni mueren tan solo personas, sino la vida en libertad está en peligro y el autoritarismo es impositivo y contagioso, todo lo que se mueve fuera de sus coordenadas resulta sospechoso.
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