El coche, un historia de amor (tóxico)
Invernales saludos, amigues. Hoy quería hablar de una forma tradicional, y en peligro de extinción, de movilidad: hacer dedo, viajar en autostop, pedir raid…estos son algunos de sus nombres.
Aparte de, algunas veces, optar por ello voluntariamente, otras, casi no te dejan otra opción…por ejemplo, si vives en un sitio mal comunicado, sin coche, con unos horarios de autobús nefastos, o directamente inexistentes.
Muy a menudo, cuando alguien te lleva, comenta que ha hecho mucho dedo en su vida, y que ya casi no se ve a gente haciéndolo…¿Por qué? ¿Tenemos miedo? ¿Nos hemos acomodado?
Frente a la posibilidad (que no probabilidad) que siempre existe de encontrarte con alguien que te la vaya a liar (cosa que también puede pasarte yendo a hacer la compra, por cierto), está el disfrute de conversar con alguien, y que se te haga el viaje más ameno, de relacionarte con gente del lugar donde vives, y de compartir información. Se te abre la mente al encontrarte con gente aleatoria, con quienes no hubieses coincidido de otra manera. O reafirmas el tipo de gente que no aguantas.
Es barato, sin duda. Y no supone un gasto adicional para la persona que lleva el coche.
Es una buena aportación para el bienestar del planeta, nuestra casa, la que no nos queda otro remedio que compartir, por muy individualistas que nos volvamos. Y la parte a nuestro favor con el cambio climático, en este caso, es que, con menos lluvia, más cómodo moverse de esta manera.
No le regalas una comisión a Blablacar y compañía, que, además de obligarte a tener una cuenta de banco, monopolizan la comunicación entre pasajerx y conductorx. Aquí es todo directo y sin intermediarixs.
Desarrolla la creatividad y la autonomía, mata la rutina. Y se puede hacer aquí y ahora, no tiene por qué ser algo exótico.
Teniendo en cuenta que no siempre sale fácil, y que hay días de enfado y frustración, y que con la práctica se van aprendiendo y elaborando “trucos” y estrategias, si te lo montas bien, muchas veces es igual de rápido y eficaz (o incluso más) que el transporte público. Cuando no es así, a veces compensa con el buen rato que has pasado, la satisfacción personal, o el dinero que te has ahorrado. Para los tramos conflictivos, se puede valorar el combinar con coches propios o ajenos, transporte público, bici, etc.
Es una manera de colectivizar trayectos y vehículos de forma espontánea. Para quien conduce, no le implica planificación previa, y elige si le apetece aceptar o no, según el día que tenga. Una oportunidad para que la propiedad privada y el egoísmo se difuminen. Esto también es magia, para lxs más espirituales, o acción directa anticapitalista, para lxs más militantes convencionales.
Y aunque este momento con tan pocas horas de luz, y tanto agua cayendo del cielo, no sea el más alentador para lanzarte a probar, espero que estas líneas sirvan para que alguien comience a plantearse, algún día de primavera en el que no tenga prisa, marcharse de vacaciones así, por ejemplo.
¡No es cuestión de tacañismo, es cuestión de actitud!
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