Donde hubo fuego… Invasión de pinos
Invierno, la época adecuada para las campañas de reforestación. Y para llevar a cabo “La Gran Bellotada Ibérica”, a la que se convocaba en internet hace unos meses.
Proyectos autónomos y autofinanciados que van surgiendo por distintos puntos de la península: Valledor en Asturies, Granada, Sierra de Gata en Cáceres…impulsados y sostenidos por gentes que vuelcan en ellos su trabajo voluntario, todas sus ganas y energías. A pesar de la, en ocasiones, precariedad y escasez de medios, esto funciona por el hecho de que creen en lo que están haciendo. Sin ningún tipo de apoyo económico por parte de las instituciones que, una vez más, no se hacen cargo de lo que se supone es su responsabilidad, se dedican a recomponer lo que otrxs de sus congéneres jodieron, introduciendo especies que de manera natural vivían allí, antes de ser devastadas, o sustituidas por otras comerciales.
Porque sí, el monte no arde por casualidad casi nunca, sino porque alguien tiene un interés detrás de ello. Y lo hace más fácilmente porque, de antemano, lo hemos convertido en un monocultivo de material inflamable, como pino o eucalipto, condenando el territorio por un puñado de euros. No es tan sencillo, sin embargo, que un incendio alcance tales dimensiones o velocidad, si se topa con un bosque autóctono y diverso.
Es desolador ver las laderas de la montaña peladas donde antes existía un bosque, más aún pensar que fue ocasionado. Y avanzar entre los restos de cadáveres carbonizados. Parece imposible que vaya a prosperar la planta o semilla que metes, o que la misma naturaleza se las vaya a apañar para hacer surgir nuevos seres vivos allá. Pero es muy gratificante y emocionante volver al cabo de un tiempo y ver el progreso.
Más allá de no tomar las riendas de la gestión de estas catástrofes, ni dedicar dinero a ello, la política del “vaya usted a la ventanilla de al lado”, y el “vuelva usted mañana”, dificulta y retrasa el trámite de permisos y demás procesos que se pretendan mover para que no te la vengan a liar por hacer las cosas sin autorización. Papeles que tardan, que se pierden en algún agujero negro a lo largo del tiempo…lo cual es incompatible con la urgencia de actuar en los primeros años tras el incendio.
Creo que todxs le debemos al planeta una buena dosis de reparación y respeto. Y una forma de hacer nuestro aporte individual y nuestra inversión de futuro, es plantando árboles. Por si aún falta alguien de saberlo, fijan el suelo, nos dan sombra, frutos para comer, abonan, sirven de casa para otros seres, los convertimos en madera y en leña, procesan el oxígeno que respiramos, nos aportan belleza y relajación. Plantar, por supuesto, no como acción aislada, sino complementada con luchar contra el sistema que los mata, y responsabilizarnos de cambiar nuestro modelo de vida. Tenemos el desierto más cerca de lo que parece, y cada año avanza, mientras siguen ardiendo más y más hectáreas de bosque.
Desde mi perspectiva personal, en la que deseo que la humanidad se extinga rápido, o bien quede notablemente reducida, y vuelva a otros modos de vida que aún se conservan, aunque intenten aplacarlos, a veces pienso si hacer ésto tiene algún sentido o si valdrá para algo, pero amo el bosque, y no puedo soportar la idea de, al menos, no intentarlo.
Los bebés pinos aún están tiernos, y son fáciles de arrancar…pon en su lugar una bellota!
¿Quieres apoyar a Hala Bedi?
En Hala Bedi construimos un proyecto comunicativo libre, comunitario y transformador. En el día a día, cientos de personas participamos en este proyecto, observando la realidad que nos afecta y tratando de transformarla junto a los movimientos populares.
Nuestros contenidos son libres porque nadie nos dicta qué podemos publicar y qué no. Y porque difundimos estos contenidos de forma libre y gratuita, con el objetivo de difundir, compartir y transformar.
Sin halabelarris, las socias y socios que apoyan económicamente a Hala Bedi, esto no sería posible. ¡Hazte halabelarri y apoya a Hala Bedi!