«Del calor a la acción» – Amancay Villalba-
No es que no me guste disfrutar del sol, pero me aterra ver como en un mes frío por excelencia, donde la protagonista solía ser la nieve, estamos siendo bañadas por un sol nada típico para estas fechas. No soy de las que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí creo que cualquier tiempo pasado, en estas épocas era más frío, menos depredador y menos contaminado.
Ojalá las consecuencias de esto fuesen únicamente el no saber qué cantidad de capas vestirnos cada mañana, aunque bien saben quienes trabajan pegadas a la tierra que las consecuencias van mucho más allá de ello y que además, cada vez se ven más y de manera más temprana. Ojalá también que las consecuencias fuesen algo más palpables en su causa- efecto o viniesen acompañadas de un etiquetado al estilo de producto de supermercado donde indicasen su procedencia y fecha de caducidad, por si todavía queda algún primo de Rajoy u otros negacionistas similares.
Desconozco si realmente la avestruz tiene el comportamiento que comúnmente se le atribuye, ese de esconder la cabeza bajo tierra cuando siente miedo o intuye peligro, pero sé que es el comportamiento que han adoptado la gran mayoría de nuestros líderes políticos a la hora de abordar el cambio climático.
Sin duda alguna, el cambio climático es uno de los mayores desafíos al que nos enfrentamos como humanidad y, sin embargo, quienes están llamados a ser los garantes de las vidas dignas de las personas, repetidamente se niegan a actuar teniendo verdaderamente en cuenta las repercusiones que está teniendo y va a tener el cambio climático en nuestras vidas.
Más allá de la ingente cantidad de datos que nos aporta la comunidad científica sobre subida de temperatura, subida del nivel del mar, pérdida de hábitats y biodiversidad, aumento de CO 2, etc… el cambio climático tiene un impacto cualitativo que merma nuestra calidad de vida y atenta directamente contra los derechos humanos: derecho a la salud, derecho a una vivienda digna, derecho al agua, derechos de las mujeres… Son todos ellos derechos que ya se están viendo vulnerados como consecuencia del clima.
Y mientras que la lógica electoral y la lógica del capital bloquean acuerdos, rompen negociaciones e impiden que la clase política actúe eficientemente, la lógica de la supervivencia ha comenzado a vibrar de una manera esperanzadora de la mano de quienes más tienen que perder: la justicia climática ha encontrado voz en las nuevas generaciones.
Una adolescente sueca llamada Greta Thunberg lidera este movimiento de David contra Goliat. El pasado agosto comenzó frente al parlamento sueco una huelga escolar por el cambio climático y su ejemplo ha surtido efecto. Miles de jóvenes se han unido a esta movilización por toda Europa bajo el lema “ huelga por el clima” o “viernes por el futuro” y en Bruselas ya se
han alcanzado cifras record con alrededor de 75.000 personas en la calle en los últimos viernes.
Su próximo objetivo está en el 15 de marzo, cuando han llamado a una huelga global de estudiantes por el cambio climático. Desconozco qué alcance tendrá la huelga, cuanta juventud la secundará o si tendrá eco en Euskal Herria (ojalá así sea). ¿Y qué papel podríamos jugar las personas adultas? Brindar todo el apoyo y dar las gracias, porque las nuevas generaciones han sido las que nos tiran de las orejas y pisan el freno de emergencia.
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