«Ayer en París, mañana en Bilbo» -Jesús Valencia-
Y, si fuera necesario, pasado mañana en el cuerno de la luna. Cuando los trenes iban aparcando en la estación de Montparnasse, una avalancha de solidaridad fluía de cada uno de los vagones y desbordaban los andenes. Quienes merodeaban por la estación en aquella mañana fría del 9 de noviembre, observaban perplejos aquel inesperado espectáculo: una multitud de gentes heterogéneas avanzaba vigorosa al grito de “presoak kalera, amnistía osoa”. 11.000 personas eran mucha gente y, al mismo tiempo, muy poca si comparamos con las que acudirán a Bilbao el 13 de enero.
¿Por qué tanto empeño en solidarizarnos con los presos? En la mente de cada persona movilizada habrá un motivo y todos ellos válidos. Por lo que a mí toca, veo en nuestras paisanas y paisanos encarcelados el reflejo de un pueblo – el vasco- rebelde y digno. Sin remontarnos a la ocupación romana o a las incursiones árabes, somos cada vez más quienes rechazamos la ya remota conquista española y el más reciente timo de la transición. Primero nos enfrentamos al franquismo y, después, a quienes quisieron perpetuarlo ofreciendo cambios insignificantes que nada cambiaban. Pura cosmética que, de la noche a la mañana, convertía a los fascistas en demócratas y a los torturadores en ciudadanos ejemplares. Nos dijeron que había que olvidar el pasado, reconciliarnos con quienes nunca habían rendido cuentas por sus muchas bellaquerías y amnistiar a quienes nunca había sido juzgados por los crímenes que cometieron. La sacrosanta Constitución legitimaba la Monarquía, cerraba en falso cuarenta años de barbarie y abría un tramposo horizonte de cartón piedra. Gran parte de ese país llamado España aceptó la engañifa. Muchos de nosotros la rechazamos y, quienes hoy están encarceladas, tuvieron un protagonismo especial en ese rechazo.
Corren malos tiempos para la rebeldía. Aires reaccionarios sacuden el mundo y el poder de las satrapías es gigante. Quienes osan hoy enfrentarse al dictado de los muchos dictadores, están pagando precios muy elevados por su dignidad. Miles de palestinos se pudren en cárceles sionistas que, como las de aquí, está alejadas del entorno familiar. 20 saharauis que, en 2010, participaron en campamento de la Dignidad a las afuera de Al Aiún han sido castigados por Marruecos a brutales condenas carcelarias. Leonard Peltier, indio originario, escritor y poeta, cumple cadena perpetua en las cárceles norteamericanas desde 1976; a pesar de estar casi ciego y muy enfermo, sus guardianes no consideran razón suficiente para concederle la libertad. Oscar López, el boricua que fue reclutado para combatir en Vietnam, descubrió allá la brutalidad del imperialismo; así tomo conciencia de la colonización que soporta su pueblo y se propuso defenderlo. Tras cuarenta años de cárcel, ha podido regresar a su Puerto Rico natal. El mapuche Facundo Jones Huala está encarcelado en la provincia argentina de Chubut. Así explica la razón de de su encarcelamiento. “Estoy preso por ser un militante y un símbolo de la resistencia de mi pueblo, por haber expresado lo que piensan miles de mapuches y de otras comunidades”
Ahora también Catalunya cuenta con presos políticos. Desde hace muchos años, las presas y presos vascos no está encarceladas por robar gallinas. Son la consecuencia directa de un conflicto no resuelto. Como muchos otros presos del mundo, cuentan con el apoyo múltiple y variado de la solidaridad. Lo evidenciamos en Paris y lo reafirmaremos en Bilbao.
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