Alegre infortunio
La sombra del felino carbón a la zaga. La vida debajo de la escalera del infortunio. Paraguas hendidos, tormenta acuosa, ducha permanente. Rueda que gira y gira en torno a la caprichosa indecisión de la diosa. La fuerza del simbolismo tradicional es aún brújula para muchas pobres almas escogidas como portadoras de mala fortuna. Aquellas a las que Helios no ha bañado en su luz.
Suena poético, pero nos complace culpar al destino de las desgracias grandes y pequeñas que nos ocurren. Y, éstas, visto el patrón de repetición, suelen ser acumulativas y es entonces cuando nos cae encima la losa de tener mala suerte. Un concepto tan etéreo e intangible que necesita una explicación abstracta o divina.
Es cierto que hay personas a las que parece que les haya salido una nefasta lectura de tarot. Añadámosle que dichas personas suelen, encima, propiciar que ciertas situaciones desfavorables, y, es que, todo es cuestión de actitud. Finalmente, el entorno tiene un gran poder en este sentido, ya que una vez hayas sido marcada con esa peste negra, el resto está deseando o esperando que algo ocurra, y en esa motivación colectiva se fraguan los ingredientes para el desastre.
Y lo dice una persona que tiene las rodillas llenas de moratones por caídas y golpes tontos a la que suelen hacer coincidir situaciones que turban y suman un factor de incomodidad y malestar que supone un desafío cotidiano. Pero, volviendo atrás, se trata de la actitud con la que afrontar esa supuesta mala suerte que caracteriza a algunas. Las pequeñas peripecias y obstáculos que se plantean o que nosotras mismas generamos son un reto que enriquece nuestra vida y la llena de aventuras y experiencias que la convierten en un viaje de constantes subidas y bajadas que sentimos que podemos manejar.
El supuesto infortunio es en realidad uno de los alicientes para disfrutar de nuestro extenso espectro de emociones y sentimientos y poder ponernos al borde del abismo y estar dispuestas a saltar o a detenernos con plena conciencia sobre nuestras acciones. Eso no quiere decir que tengamos que ser racionales o que sólo podamos experimentar lo positivo, sino que el disfrute de lo negativo y enfrentar la adversidad es de lo más interesantes. La locura, el descontrol, la angustia o la melancolía son estandartes de nuestro ser al igual que la alegría, la amabilidad, la empatía o la satisfacción.
Aprovechemos, pues podemos decir que tenemos vidas tan excitantes que podemos compararlas a las de los personajes que pueblan nuestro imaginario de infortunio como Anna Karénina protagonista de la obra homónima, Catherine Earnshaw de Cumbres borrascosas, el monstruo de Frankenstein, o Dorian Gray de El retrato de Dorian Gray, todos ellos atormentados, apasionados y fascinantes, cuyos destinos están marcados por la suerte equivocada. Deleitémonos con el amargor.
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