Acabar con los derechos en nombre del mérito
La órden ejecutiva que firmó Trump el 22 de enero anunciaba la protección de los derechos civiles y de las oportunidades basadas en el mérito para acabar con la DEI ilegal.
Esta declaración actúa como una bomba de humo para hacer lo contrario de lo que dice. Una táctica habitual de desinformación proponiendo una verdad a medida del poder, una verdad alternativa, una mentira.
¿Mérito? Una falacia. No solo se transmiten los privilegios materiales, el acceso a una mejor salud y a una educación de más calidad. Se transmiten tambien redes de contacto y conocimiento, privilegios culturales y una actitud ante el éxito, como si éste fuera de transmisión divina. No solo tengo derecho sino un mejor derecho. La cuna sigue dictando el éxito individual más que ningún otro factor. Los ganadores acaban convenciéndose de que su éxito es una recompensa merecida y que aquellos que se han quedado atrás son responsables de su propio fracaso. Un resultado perverso de la meritocracia: arrogantes unos, humillados los otros.
La conjuntiva “y” es la clave de bóveda de este discurso. Si la defensa de los derechos civiles choca contra las oportunidades basadas en el mérito, éstos dejarían de ser derechos. Mensaje subliminal: hay oportunidades no merecidas. Son las oportunidades que pretenden – como si tuvieran derecho – los sospechosos habituales: mujeres, gays, lesbianas, trans, latinos, negros, emigrantes, cualquiera que pueda ser utilizado como chivo expiatorio. La lista crece todos los días, confeccionada a medida del miedo, ese gran combustible de éxitos electorales. Son los más pobres, los vulnerables, los perdedores de esa gigantesca fábrica de destrucción masiva de la dignidad humana que es la sociedad americana.
El objetivo: “acabar con la DEI ilegal”. Oculto detrás del acrónimo, DEI debe ser algo malo. Porque, como nos enseñan desde la infancia, ilegal es sinónimo de injusto, inadecuado, incorrecto. La ley es sagrada. Frente a ella solo cabe una actitud reverencial, agachar la cabeza.
Los tres jinetes del apocalipsis de la DEI no son otros que la Diversidad, la Igualdad y la Inclusión.
Ya vemos, mejor esconder estos conceptos voladores en la cárcel del acrónimo, no se vayan a escapar lejos, como pájaros.
Trump utiliza la memoria de las movilizaciones por los derechos civiles de los años 50 para reinterpretar su significado y su legado.
Después de los titubeos y la desorientación inicial, con las heridas aún abiertas, la sociedad ciivl de Estados Unidos comienza a movilizarse.
Han pasado 50 años desde que Rosa Parks desafío la injusticia y dijo, no, no me muevo de mi sitio, si queréis que me baje, tendréis que arrancarme los brazos.
Hoy, como entonces, cuando los devotos de los derechos civiles preguntan cuando nos daremos por satisfechos, decimos, como entonces, no podremos estar satisfechos mientras millones de emigrantes no puedan dormir tranquilos porque saben que mañana podrán ser detenidos en la calle o en sus centros de trabajo y expulsados del pais. No podremos estar satisfechos mientras la brutalidad policial siga cebándose con negros y latinos. Nunca satisfechos mientras las personas trans sean amenazadas y despreciadas.
Como la mariposa monarca, seguiremos reclamando la libertad de viajar de un lado a otro, atravesando muros y fronteras, reproduciéndose en el camino.
Han pasado muchos años y las cadenas de la opresión han cambiado de forma. No solo hieren la piel, sofocan el alma. Los nietos de aquellos que sintieron el chasquido del látigo en sus pieles oscuras, la soga en el cuello, el desprecio de la segregación, no deben olvidar las injusticia que se siguen cometiendo ni los lazos de hermandad y lucha que permiten cambiar las cosas. Saben que es el momento de poner el cuerpo, que solo juntos y organizados podrán enfrentar la tiranía.
Joxean Fernández
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