A vueltas con la SORORIDAD
La facilidad con la que usamos ciertos términos, en muchos casos vacíos de contenido es algo muy común en esta época. Quizá debamos pensar seriamente en volver a ser rigurosas con algunas palabras, con el fin de saber que estamos hablando de lo mismo y así poder entendernos mejor y para apegarnos en la medida de lo posible a la raíz de las cosas. Y ya cuando esos términos están relacionados con los feminismos y opinamos todas, cada una desde su sitio, sin ponernos en el lugar de la otra quiero decir, y además tenemos que escuchar a hombres cis hablar de principios feministas que cuando menos les quedan a años luz de distancia te entra un cansancio o una flojera que no veas.
Esto me ha pasado recientemente con la palabra SORORIDAD usada como principio feminista aplicado a una ruptura amorosa. Y no es que menosprecie una ruptura amorosa, y menos si ha sido traumática, líbrenme las diosas de semejante banalidad. La cuestión es, de porque, con tanta ligereza y superficialidad hablamos de algo tan complejo en los feminismos como la sororidad, para temas que no tienen que ver con nuestras luchas, igual puede que nos interesen, pero no tienen que ver con la ética feminista.
La palabra sororidad lleva un recorrido muy largo en los feminismos hablando históricamente del concepto; muchas autoras le han dado contenido, bell hooks, Marcela Lagarde, Betty Friedman y otras, pero más allá de esta genealogía, quizá tenga relevancia el pensar cada una de nosotras lo que nos significa y nos mueve y que necesitamos para ser sororas y más si somos parte activa de un movimiento formado por mujeres diferentes.
Se habla de hermandad, de alianzas, de dejar la competencia a un lado, de ser “amigas” de apoyo incondicional, de pacto político, de unión desde la “subjetivad femenina”, de dejar de competir y un sinfín de verbos y sustantivos simples en apariencia, pero complejos cuando de luchar juntas frente al heteropatriarcado, al colonialismo y al racismo o al capitalismo se trata.
No todas estamos dispuestas a hacer alianzas con otra mujer cis o trans solo por el hecho de serlo, igual antes hay que vernos y reconocer el lugar que ocupamos en este sistema heteropatriarcal, colonial y racista o capitalista. Algunas mujeres para hermanarnos con otras necesitamos que la que tenemos enfrente sea consciente de su lugar en este sistema de privilegio blanco en el que vivimos, necesitamos que cuando hable de tantos temas que a ella no le afectan, se ponga en lugar de las otras, que sea consciente desde donde habla. Que reconozca como opresión el racismo estructural y social además del heteropatriarcado. Para las mujeres trans será fundamental el compromiso que las otras tenemos contra la transfobia, o para otras mujeres con cuerpos no heteronormativos quizá sea importante que nos trabajemos la gordofobia, el capacitismo, etc. y entonces, a partir de allí, de tomarnos todas en consideración, de respetarnos, podamos empezar a construir pactos o alianzas entre nosotras, creo que tampoco necesitamos ser todas muy amigas… Necesitamos luchar juntas creo yo.
Si, es importante vernos y revisarnos la misoginia que llevamos dentro y tomar consciencia de porque competimos entre nosotras, pero también es muy importante ser empáticas y justas con las necesidades de las otras y con reconocer cuestiones que a mí no me afectan, pero a las otras sí. Es fundamental compartir el análisis y la reflexión sobre cada una de las opresiones que nos afectan, tener el espacio para hacerlo.
Quizá la sororidad sea un viaje, un proceso que se construye paso a paso y no algo subjetivo porque si, o que nos tenga que nacer por la otra por el hecho de ser una mujer, quizá sea poner nuestras diferencias sobre la mesa y a partir de allí tomar la decisión de reconocernos y luchar juntas contra todas las opresiones que nos afectan y no ser parte de esas opresiones. Es, ser cómplice en las luchas de las otras y dar el protagonismo a quien lo debe tener.
Para mí también la sororidad quizá sea cuidado y responsabilidad frente a la otra, pero profundizando en cuidarnos, más allá de acompañarnos a casa o de solidarizarnos frente a las agresiones de este sistema; sino tejiendo el apoyo mutuo del que habla bell hooks, en el día a día, siendo apoyo las unas de las otras, practicando quizá la ternura a la hora de abordar nuestros conflictos. Pensemos cada una, desde los feminismos, que necesitamos para construir esa hermandad con las otras y empecemos ya a construir esos pactos y ojalá dejemos la banalidad en el uso de las palabras, o el vaciar los principios que sostienen nuestras luchas.
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