Mañana, 22 de marzo, se celebra el día mundial del agua, una celebración además, que en esta ocasión cumple su 25 aniversario… 25 años poniendo el foco una vez al año en el agua, un elemento indispensable para la vida, los 365 días del año.

Para quienes podemos abrir el grifo cada vez que se nos antoja necesario, podría parecer que no tiene mucho sentido este día como tal en nuestro entorno, que se trata ya de una cuestión superada o que este día tiene más interés en aquellas regiones donde el acceso al agua es un verdadero problema. Efectivamente, según fuentes de Naciones Unidas, en la actualidad, alrededor de 1.800 millones de personas utilizan una fuente de agua potable contaminada por restos fecales, con los problemas de salud que eso conlleva, y un tercio de la población mundial carece de servicios de saneamiento básicos. Esta realidad, como tantas otras asociadas a la pobreza y a la falta de servicios básicos, afecta especialmente a las mujeres, porque cuando se carece de fuentes cercanas de agua potable son las niñas y las mujeres quienes principalmente se encargan de suministrar agua.

Sin embargo, las problemáticas asociadas al agua van mucho más allá del acceso a la misma y también se encuentran en nuestro propio territorio.

En el mundo, más del 80% de las aguas residuales resultantes de la actividad humana se vierte en los ríos o en el mar sin ningún tratamiento, lo que provoca su contaminación, y esto también pasa aquí. En Euskadi todavía hay zonas sin un saneamiento adecuado, con todas las consecuencias que ello conlleva en la calidad de los ecosistemas asociados. Tan solo un ejemplo resulta esclarecedor: en plena reserva de la Biosfera de Urdaibai, un lugar que por la designación que regenta debería ser abanderado en cuanto a conservación se refiere, hay dos playas que repetidamente han registrado calidad del agua deficiente precisamente por la falta de saneamiento.

Un reciente informe de ecologistas en acción, titulado “ríos hormonados”, pone el foco en otra de las problemáticas más acuciantes en materia de aguas. El Estado español es el país de Europa que más toneladas de plaguicidas tóxicos utiliza. Estos plaguicidas acaban en las aguas de los ríos y su presencia afecta al sistema hormonal de animales y seres humanos, de ahí el nombre de “ríos hormonados”.

Pero la problemática del agua no se restringe a su calidad, también se debate en su modelo de gestión. La ola privatizadora de los servicios también ha llegado al abastecimiento y saneamiento, dejando al frente del servicio a los intereses empresariales, convirtiendo a la ciudadanía en meros clientes, en detrimento de la consideración del agua como derecho humano.

Calidad, modelo de gestión y gobernanza, usos del agua… son sólo algunos de los motivos por los cuales este elemento único, irreemplazable es merecedor de una política de Estado. Y precisamente en esas anda la directora general del Agua, que quiere lograr lo que denomina el pacto nacional por el Agua. Lo que nos jugamos en él es mucho. La visión del agua que prevalezca en este documento puede ir desde el agua-vida hasta el agua-negocio y determinará las políticas hidrológicas de los próximos años. Porque hay agua para todos y todas, pero no para todo y no en cualquier sitio. Y si efectivamente, las problemáticas hídricas necesitan ser abordadas cuanto antes, la forma de hacerlo debería ser a través de los fundamentos básicos del modelo público: transparencia, rendición de cuentas y participación social.