Son las 19:51 en mi ordenador. Bueno, en mi ordenador y en todo Gasteiz. Hincado al twitter cómo si de un Herri Harresi o una noche electoral se tratase, vuelan los tweets, vuelan los titulares para abajo. Nose, me lo podía esperar, quizás no, siguen siendo la misma CiU, pero me ha decepcionado.
Alguna cara larga a mi alrededor -estoy en una bilera, joder-, mensajes pesimistas en los grupos de Telegram o Whatssapp. Asique me imagino las caras de aquellas personas que están en el centro de Barcelona, esperando las palabras de Puigdemont. Diría, para quedarme agusto, que es agridulce porque aquí ya podríamos estar en la situación. En ese punto del empoderamiento de las calles y las bases. Pero no, es agrio, no le pillo el sabor dulce por ningún lado.
Y un poco pesimista. También estoy pesimista. ¿Cuándo declaras la independencia de España sino es tras un referendum cómo el del 1 de octubre? Las que estuvimos allí, vimos que no era el simple hecho de votar. Era el hecho de estar a las 05:00 en un colegio, hacer largas colas, ver cómo se cae el servidor, blindar las urnas, cantar, gritar, animarse, llorar… Querían meter una papeleta. Un puñetero trozo de papel. Ese mismo hecho, lo he realizado en las tres últimas elecciones de resaca, un poco desganado también, quizás. ¿Cómo puede tener tanto valor?
Me vienen a la cabeza esas dos jóvenes libertarias que «pasan de las instituciones» y pudimos hablar con ellas el mismo sábado antes del referendum en el barrio cooperativo de Sants. Recuerdo la frase de un familiar mío sin opción a voto que decía «pues yo ahora si que votaría, si votar sirviese de algo estaría ilegalizado». No eran banderas, no era la cultura, no era la lengua. Esto iba más allá.
«Gent de mar, de rius i de muntanyes» de Txarango, la canción de la Esquerra Independentista, también me viene a la cabeza. Sonrisas, más sonrisas y puños en alto. Y ese video de las CUP. Qué puto video, ¡joder! El process se iba por la borda. Hoy se tendría que haber ido por la borda y no se ha ido.
Pero se irá, ¿no? Algún día se tiene que ir. Si algo hemos descubierto los últimos 30 días -si no lo habíamos descubierto antes- es de lo que es capaz el Estado Español con tal de mantener ese puñetero régimen del 78 que oprime cómo pueblo pero sobre todo cómo personas -si, somos personas, hablamos de vida aquí también-. Todo el fango, todas las cloacas de España se han puesto en marcha. Desde los medios, hasta los partidos políticos, desde las fuerzas policiales, hasta los movimientos de empresas… De eso es capaz el Estado Español.
Leo un tweet entre párrafo y párrafo que escribo en este texto en el que se ve a ciudadanos abandonando la Ciutadella. «JXSi heu consumat la traïció al poble català» leo en el tweet. Quizás si, pero no quiero mirar allí. Si algo necesita ahora el pueblo catalán son frentes, son focos a lo largo del estado español.
Y si alguién del pueblo catalán se merece que abramos esos frentes son las clases populares catalanas. Esa clase popular internacionalista que ha estado con Euskal Herria en los momentos más dificiles y no lo ha abandonado. Esa clase popular que ha demostrado que esto no va de una bandera, que no va de a ver quien recauda más o menos. Que esto va derechos civiles y políticos. Olvidemos derechos nacionales, consigamos lo que nos corresponde. Se lo merecen. Pero, sobre todo, nos lo merecemos. Hagámoslo. El 12 de octubre, a las 13:00 en la Virgen Blanca, tenemos una cita.
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