Condena de la existencia de cuerpos y territorios comunes
Kaixo, de nuevo en este progama de Hala Bedi desde Mendialdea: han pasado bastantes días desde la última vez que participé aquí y bastantes cosas también, significativas, que evidencian las grietas de este sistema que ya no puede tapar con los cuerpos de unas cuantas personas discrepantes políticas.
Una de estas grietas es la sentencia condenatoria de los jóvenes de Altsasu, a la cárcel desde su detención pasando por todo un rodillo incriminatorio que engulle cualquier atisbo de resistencia que ponga en cuestión los pilares del adoctrinamiento reinante. Reinante porque su corporalidad sigue siendo un reino. Otra es la criminalización y desalojo del movimiento okupa, como el del gaztetxe Maravillas y el posterior enjuiciamiento de las resistencias corporales en su integridad cuando el proyecto comunal va materializándose, de nuevo, y se va haciendo visible y deseable en su sentido de más necesario.
Otra grieta es la encarcelación como castigo adaptado a su legalidad , para cuerpos que visibilizan y comparten la territorialidad común catalana como un camino a transitar, camino alambrado desde hace mucho tiempo ya. Grieta territorial que nuestros cuerpos de nación usurpada también perciben, comparten y desbordan.
Corporalidad que nosotras, feministas, tenemos muy identificada porque es la primera frontera que vulneran para someternos , oprimirnos y silenciarnos.
Corporalidad y territorialidad que intentan disociar de nuestro imaginario ancestral y colectivo y que el sistema capitalista y sus sicarios serviciales materializan en su territorio de conquista, apropiado aun sabiendo desde el principio que no le pertenecen, manteniéndolo a base de insuflar y universalizar simientes prefabricadas de culturas ajenas a la vida, simientes que nos venden como progreso al que no nos podemos negar bajo la sospecha de no pertenencia al mundo civilizado y , por lo tanto, desplazándonos al mundo de las bestias. Simientes revestidas de ciencia y patentadas para que paguemos por ellas en la creencia de que así son más valiosas . Simientes que, una vez sembradas, inutilizan el terreno que ocupan, lo vuelven estéril.
Así vamos sumando heridas a nuestros cuerpos y territorios que difícilmente podrán regenerarse individualmente porque la individualidad es, en sí misma, esa simiente que nos han vendido como buena, necesaria y que está vacía de antemano, cuerpos y territorios que únicamente podrán sanarse desde el saber y hacer de lo común. Cuerpos y territorios que nos buscamos y nos necesitamos y que hacemos propias las luchas que reconocemos como comunes.
Porque no es la lucha, ni sus diferentes expresiones, la que tenemos que condenar. porque nuestros cuerpos y territorios ya están condenados desde hace siglos. Condenados a la exclusividad de no pertenecernos, de no reconocernos, de no ser . Y condenados también a levantarnos, a luchar y a apropiarnos y recuperar lo común, la vida, la existencia de nuestros cuerpos y territorios.
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