«Matar el TAV que llevamos dentro» -Sator-
Estamos en contra del TAV, eso está claro; y contra la destrucción del territorio. Vamos a las manis, y nos sabemos la lista de motivos por los que construirlo es una aberración sin sentido. Todos ellos, por supuesto, factores externos, muy técnicos y demostrables con cifras. Los culpables, políticxs y empresarixs. Hasta ahí, de acuerdo. Pero…¿qué pasa con nosotrxs? ¿Nos acomodamos a la mierda que poco a poco nos van calzando como necesaria? ¿Buscamos medios para hacernos un poco más independientes de esta gentuza de la que tanto nos quejamos? ¿Nos atreveremos algún día a morder la mano del amo?
Lo que nos viene desde arriba está claro, y por supuesto que hay que oponerse, pero no veo ni siquiera en mi entorno, tan antitodo y tan consciente, una excesiva preocupación por hacernos cargo de todo lo que estamos reventando.
Me espanta y me angustia que algunxs se alegren un montón porque en febrero haga un clima más propio de meses veraniegos, porque pueden tomar el sol, sin percatarse de que todo está seco. O de que, en plena sequía veraniega, con el nivel de los ríos y embalses rozando el fondo, no nos planteemos privarnos de la piscina, o de una derrochadora ducha diaria. Creo que a casi todxs nos han contado más o menos cómo va el tema de la contaminación, el cambio climático…si teniendo los síntomas delante de nuestra cara, aún así no somos capaces de reaccionar, no sé si lo seremos de alguna manera.
Nos merecemos (unxs más que otrxs) que nos levanten el tejado de casa, y nos la llenen con un trocito de vertedero. Así, quizás empatizaríamos un poco más con algunos bichos, ecosistemas, o territorios. Porque está comprobado que, hasta que la mierda no nos salpica, nos trae sin cuidado. Terapia de choque. Es interesante como ejercicio fácil estar un día o dos sin agua corriente ni electricidad en casa, para hacerte consciente de lo mucho que puedes hacer con poco, y de lo que derrochamos por costumbre.
Se me queda cojeando lo que reivindicamos, con el individualismo que nos traemos encima. Cada culo su coche, mirando al frente, sin saber nada de lx vecinx, que casualmente está haciendo el mismo trayecto, y emitiendo la misma cantidad de CO2 que tú. Porque sí, visto cómo está el tema de lo que tienen la desvergüenza de llamar transporte público, lo mejor es tirar de coche. Pero, si tanto apelamos a la protección del medio ambiente, la solidaridad, el anticapitalismo y blablablá, poca gente veo andando, en bici, o haciendo autostop. Somos vagxs, esto es así. También podríamos decir que esque no tenemos tiempo. ¿Tiempo de qué? ¿Del que vamos a emplear poniendo el culo delante de pantallas, o trabajando para pagar la gasolina? O sentimos miedo o desconfianza por lxs humanxs del mundo exterior, aunque luego liguemos por internet. Venga ya. Para quien se lo tome a lo personal, estoy hablando de dinámicas generales asentadas entre nosotrxs, y no de momentos o situaciones concretas en las que está muy bien disponer de un coche. Ya que tampoco renunciamos a tener un móvil supermoderno para cada unx (porque lo de compartir cosas tan personales, y menos si no es con tu pareja, es una idea poco menos que marciana), de esos que llevan sustancias súper chungas extraídas de paraísos lejanos, sí (eso sí, Urbasa que no nos lo toquen), pues al menos podíamos utilizarlos para hacer un maldito grupo de güasap para coordinar o compartir viajes en la medida de lo posible.
Ni relacionarnos sabemos si no hay un vaso de por medio. Estamos enfermxs, necesitamos consumir para ejecutar cualquier acto de nuestras vidas. Por eso, la gente te mira raro se ríe, cuando te ven como a unx tacañx, por aprovechar todo al máximo, reducir viajes y envases, no querer gastar en todos los sentidos, o mirar tanto a quién le das el dinero (sencillamente, lo que se hacía hasta antes de ayer). No comprenden que no es por dinero, sino porque realmente te parte el alma ver otro bosque ardiendo, otra montaña reventando, en nombre del progreso y del egoísmo humanos.
Organizamos actos con todas estas cosas, y bebemos y comemos (carne!) en vajilla de plástico de usar y tirar. Esque parece que el metal y la cerámica quedan cutres, anticuados y antihigiénicos, oye. ¿Y cómo le vas a obligar a la gente a estas alturas a que se acostumbre a traerse su cacharro, o a lavarse el que le has proporcionado? Una vez más, repito, somos VAGXS. Y no tenemos ganas de cambiar de costumbres. Nos vamos de viaje cada vez más lejos y barato, compramos por internet, o en el súper porque es más ¿económico? Y ¿cómodo? Que ir al mercado o buscar a productorxs cercanxs. (Que, por cierto, las biomierdas que se están normalizando ahora, con su sellito, las que si consumías hace pocos años te miraban raro, como mucho son algo más sanas para nuestros estómagos, pero a la Tierra, ni medio favor le hacen, que el capitalismo, aunque se vista de verde, capitalismo de queda). Y el robar no te libra de la dependencia…
Asique, dime tú si no necesitamos de grandes infraestructuras en las que se recorran kilómetros para nosotrxs. Reflexionemos el pequeño o gran TAV que llevamos dentro, y, además de señalar culpables, hagámonos un poquito más responsables de nuestras vidas. Apostemos por un cambio estructural.
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