«En la ONU rogando, y emisiones dando» -Amancay Villalba-
Hoy 1 de octubre, parece casi obligado hablar de Catalunya. No obstante, aunque quiero aprovechar esta ocasión para felicitar al pueblo catalán por el increíble ejemplo de poder popular, imaginación, rebeldía y dignidad que nos dieron hace un año, la escotilla de hoy la quiero centrar en un tema un poco más lejano.
Durante los últimos días se ha celebrado en Nueva York la Asamblea General de Naciones Unidas, reunión periódica de los líderes mundiales cuyo culmen mediático ha estado protagonizado en esta ocasión, y como tristemente ya viene siendo habitual, por Donald Trump, este rey de la corte al que parece que se le ajusta mejor el papel de bufón, y quien desató las carcajadas del público cuando afirmó que en dos años su administración había logrado más que ninguna otra en toda la historia de su país.
Sin embargo, podríamos decir que Trump no es el único presidente que ha hecho el ridículo en estos días, aunque si bien a uno le desprestigian, el otro lo ha hecho colmado de elogios y aplausos. Al calor de la Asamblea General son muchos los eventos que tienen lugar, como es el caso del One Planet Summit, un foro en el que se encuentran sociedad civil, sector académico, empresa privada y representantes políticos con el propósito de poner en valor políticas, proyectos e ideas que promuevan la sostenibilidad del planeta. Entre los actos de este foro, estuvo su habitual entrega de premios, en la que en esta ocasión, además de a otras figuras, galardonaron al presidente francés con el premio de “campeón del planeta”.
En casa de herrero, cuchara de palo. Macron recibe este premio supuestamente por el trabajo hecho a favor de la sostenibilidad del planeta, aunque este trabajo sólo se le ha reconocido a escala internacional, porque más allá de tratar de replicar a Estados Unidos con el slogan “make the planet great again”, poco ha hecho ni por la sostenibilidad del planeta, ni por la de Europa ni por la de su propio país. Él lo sabe, pero no le tiembla la mano al recoger el premio. Pero lo mismo que él lo sabe, lo saben quienes le premian y tampoco les tiembla. Aunque también lo sabe el sector ecologista francés, en el que sí ha debido haber temblores de preocupación al conocer la noticia de semejante premio.
El pasado mes de agosto dimitía Nicolas Hulot, quien fuera ministro de Transición ecológica en el gobierno de Macron. Hulot, haciendo bandera de una ética política y de un desapego a la cuota de poder conquistada que no estamos acostumbradas a ver, dimitió de su cargo tras corroborar que desde su cargo poco podía hacer para cambiar «el modelo dominante» liberal que está destruyendo el medio ambiente. Y aunque con su dimisión no arremetía directamente contra la insostenibilidad de las políticas de Macron, con ella ponía de manifiesto la incoherencia entre el discurso y los fines de su programa político, disputa que había estado presente en numerosas discusiones con el resto de ministros del gobierno. Esta cuestión de fondo, además, ha protagonizado numerosas movilizaciones lideradas por ecologistas franceses que resaltaban la inoperancia del gobierno francés en política ambiental.
El hecho de que Macron sea considerado en el ámbito internacional como un “campeón del planeta” no deja de ser un claro ejemplo de cómo funciona el “Green washing” a todos los niveles, cosa que no dejaría de ser una anécdota si no fuese porque realmente lo que está en juego es, en último término, nuestro futuro y nuestro propio planeta.
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