«Reflexiones en torno a la migración» -Imanol Olabarria-
Mohamed, Fatimetu, Abderraman, Alejandra, Mamadou, Tania, Omar, Gladys, Afaf, Fatu, Chej…, son nombres de migrantes a los que pongo cara, con quienes me saludo al cruzarme, o paro a charlar.
En nuestra época de estudiantes se nos decía que la migración era una constante de la humanidad en los miles de años que llevaba sobre la tierra, y que constituyó un derecho hasta ayer, en que se establecieron los Estados Nacionales. Hoy la migración es un tema recurrente en los medios de comunicación, en los discursos de la clase política y los inmigrantes están en el ojo de los cuerpos policiales. Son objeto preferente de sus “servicios”, observados, seguidos, cacheados, retenidos y detenidos sin mediar delito alguno. Y una parte creciente de la población empieza a ver en ellos un contrincante, y rival…
Hace un par de años (2014-2016) contabilizábamos que sesenta millones de personas sin parangón desde la II Guerra Mundial, abandonaban pueblos y hasta continente (África), despojados de sus tierras, empujados por el hambre, amenazados por la guerra, en un viaje a todas y ninguna parte.
Ellos, los migrantes son muchos y vienen de lejos y son tachados como los “bárbaros” de épocas antiguas, y hoy como ignorantes e incultos pues desconocen nuestra lengua, cultura, religión…
Ellos, son los atípicos, los diferentes en esta Europa blanca, cristiana, demócrata, y hasta “pacífica” según algunos.
Ellos, son los menos entre nosotros, son los más débiles, los más pobres, y por el contrario, los que más miedo, incertidumbre, desasosiego, descoloque, nos producen…
Mi primera constatación-sorpresa, ha sido que la migración es una cuestión común a todo el mundo animal del que formamos parte los humanos, y que la causa de dicha migración o trajín, es común a todos, asegurarse el sustento, la reproducción y el abrigo.
Los tratamientos o construcciones sociales, que abordan hoy la cuestión de la migración acentuando las semejanzas entre nosotros, y las diferencias con los “otros”, nos llevan de forma sibilina a buscar la causa de nuestro malestar en ellos, los advenedizos, los diferentes, los “bárbaros” de turno, pero siempre pobres, haciendo de ellos la cabeza de turco de nuestras angustias. Pero erramos el tiro.
Hemos abandonado la lucha, caído en la delegación, hemos asumido el consumismo sin tope en un mundo finito por otra parte, y hechizados por el sistema hemos perdido el norte y nos encontramos desarmados y confusos.
Cuando la violencia, el desprecio, el abandono del que somos objeto por parte de los NUESTROS y sus instituciones económico, político, culturales, y somos incapaces de revertir nuestra mala leche a sus causas, es cuando la migración pudiendo ser un encuentro de culturas en la diversidad, hacemos un encontronazo, un hecho conflictivo, belicoso de armas tomar. En vez de reconocernos en nuestros sometimientos, debilidades, sumisiones, complicidades, buscamos un chivo expiatorio a quien atribuir nuestras responsabilidades.
Un encontronazo, que aglutina en torno a sí a una potente y compleja industria securitaria que incluye a pensadores, políticos, policías, obreros, ONGs, Ministerior de Interior y Defensa, y una potente industria militar y de control social, blindando nuestros espacios en un intento vano de poner puertas al viento.
Con barreras en la mar con barcos de guerra, campos de internamiento en las arenas del desierto, controles en los países de paso e impermeabilización de determinadas rutas en el Mediterráneo, y encuentros mediáticos donde participan jefes de estado europeos, africanos, secretarios de la ONU y de la UE en Mali, para, según su confesión, tratar de proteger a los inmigrantes atrapados por la mafia, acelerar el retorno a los países de los peticionarios de asilo, impulsar ayudas para hacer desistir a los inmigrantes en su marcha a Europa.
La migración constituye el mayor movimiento social de gente sobrante, no necesaria ni siquiera para ser explotada, sin trabajo ni techo que los acoja. Y nosotros distraídos fabricando disculpas, metiendo ruido con que ahogar el grito de la sinrazón moderna. La migración posibilita, nos oferta la oportunidad de cuestionarnos nuestros modelos de vida y consumo, y concepciones culturales.
La migración no tiene que ver con la moda, los caprichos y los efectos llamada. La migración tiene que ver con el instinto vital por la supervivencia y sus vías de acceso con las leyes físicas de los vasos comunicantes que buscan el equilibrio entre lo mucho y lo poco.
Los intereses del Norte, “nuestros intereses” priman hoy en el mundo. Con el uso sistemático de la guerra, el “hombre blanco”, nosotros… nos hemos adueñado de las materias primas y de los puntos geoestratégicos. A través del Banco de Comercio y multinacionales de la alimentación fijamos las cuotas de la producción de cereales para que sus precios decaigan.
Consumimos mucho porque ramplamos con casi todo, y pagamos con sueldos de miseria los trabajos del Sur. Vg. Bangladesh, África. Somos parásitos, y nuestras cotas de consumo tiempo a, dejaron de ser universalizables.
Si mantuviéramos un poco de lucidez, suscribiríamos las reflexiones de hace unos días de Koldo Campos en “Jo Puntúa”, quien decía… que los migrantes debieran ser nuestros invitados, … quienes nos devolvieran el sentido de la medida, la memoria perdida, que nos ayudaran a desarmar la hipocresía, acabar con la avaricia y restablecer una moral que nos enseñe a compartir.
De no mediar un cambio radical a favor de la igualdad entre el Tercer y Primer mundo, y si solo contemplamos lo que queremos ver, más pronto que tarde quedaremos ciegos y sordos.
Decía una viñeta… Cómo será el lugar de dónde vienen, para festejar como festejan el lugar a donde llegan.
Imanol Olabarria
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