«Bosques o desiertos verdes»-Iñigo Leza-
Antes de empezar con el tema de la escotilla de hoy me gustaría recordar a Maguette, la última víctima del terrorismo machista. Con Maguette son 7, que se sepan, las mujeres asesinadas este año por el sistema patriarcal y capitalista en Euskal Herria. Si hay alguien todavía que piensa que no es ni machista ni feminista que despierte de una vez y que se una a la barricada feminista para luchar contra la violencia machista y el sistema que la cobija y alimenta, el capitalismo.
Dicho esto, hoy quería hablar del pino insignis o también conocido como pino radiata. Esos pinos que trajeron de la costa oeste de los Estados Unidos hace menos de 150 años y se empezaron a plantar de manera masiva hace menos de 100. Esos pinos que, como muy bien decía la semana pasada Onintza Enbeita, en un artículo en el periódico Berria, le dijeron a la gente que plantaran en sus tierras, que así se harían ricos. La administración, empujada por la industria maderera y papelera, fue la que animó a que se plantasen miles y miles de hectáreas de pino insignis. Menos mal que no todas las zonas eran buenas para el desarrollo de esta especie, con lo que se plantaron, sobre todo, en Gipuzkoa, Bizkaia, el norte de Nafarroa y en la comarca alavesa de Aiaraldea.
Como decía Onintza, con la primera cosecha se sacó dinero y esto hizo que fueran más quienes se sumasen a la fiebre del pino. La segunda cosecha no se dio tan bien, ya que los precios de la madera habían bajado y la tercera estaba siendo aún peor, debido a los huracanes que tiraron millones de pinos en las Landas y también tiraron por los suelos los precios de estos pinos. Cuando se apuesta por monocultivos, porque aunque nos digan que son bosques son monocultivos, si los precios de la especie elegida bajan… Anda que no hemos oído veces eso de que “no hay que poner todos los huevos en la misma cesta”.
Si todo este despropósito del pino insignis no fuera poco, hace unos 40 años nos empezaron a hablar del eucalipto, vendiéndolo también como una panacea. Este, nos decían, todavía crecía más rápido que el pino. Pero lo que no nos decían, era que empobrecía aún más los suelos sobre los que se asentaba. Tampoco nos decían, ni lo mencionan hoy en día, el gran riesgo de incendios que tiene el eucalipto. No lo mencionan hoy en día, cuando nos hablan de sustituir los pinos enfermos por eucaliptos, porque como nos dicen expertos en la materia (ejem) “el eucalipto no es tan malo”.
Sí, ¡porque los pinos están enfermos! “¡Vaya fatalidad!” nos dirán. Pero bueno, es lo que suele pasar cuando sacas a una especie de su zona natural y la plantas como un monocultivo a lo largo de miles y miles de hectáreas. Ante esto, “los expertos” nos plantean varias soluciones: tratar los pinos con fungicidas, insecticidas, etc., o sustituirlos por eucaliptos o por otras especies foráneas de crecimiento rápido, rápido, rápido. Porque, como bien sabemos, todo tiene que ser rápido; para mañana, para ya mismo o, si puede ser, para ayer.
Además, y sin importarnos quien venga detrás (“el que venga detrás que arree”, no?), el rendimiento de todo tiene que ser el máximo; aunque se agote el suelo, aunque se sequen todas las fuentes. Esto contrasta con el uso que daban a los bosques nuestros antepasados, que daban forma a los árboles, los guiaban, para que tuvieran la forma de la parte alta de un tejado, de una viga maestra o de la quilla de un barco. Estos “árboles guiados” eran cortados por la tercera o cuarta generación para fabricar el barco o construir el caserío.
Se podría decir que nos encontramos en una encrucijada. Podemos repetir los errores de los últimos 100 años y terminar de exprimir nuestra tierra dejando sin nada a las siguientes generaciones o podemos elegir el camino de la sostenibilidad, plantando robles, fresnos, encinas y demás árboles autóctonos, de menor ritmo de crecimiento pero de una madera mejor, más resistente y con muchos más usos. Así tendremos verdaderos bosques con toda su biodiversidad y no desiertos.
En definitiva debemos elegir entre el capitalismo de nuestra época y la sostenibilidad de nuestras antepasadas. Porque capitalismo es contrario a sostenibilidad, porque o nos salimos de este sistema o no dejaremos nada a las generaciones futuras, porque es o capitalismo o vida.
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