«Contra la normalización del odio» -Sejo Carrascosa-
“Debemos permanecer unidos contra la normalización del odio, rechazar a aquellos que no comprenden que a medida que las sociedades se tornan multiétnicas, multireligiosas y multiculturales, la diversidad debe verse como una fuente de riqueza y no de amenaza”,dijo el secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres el sábado, seguramente en Vitoria-Gasteiz no lo oyó nadie, y no por qué no saliera en la tele, si no por el ruido de los tractores del agro Alavés que se manifiestan todos los sábados para protestar contra el realojo de la familia Manzanares Cortés.
Y es que bajo el lema «Ni Asteguieta ni Vitoria quieren delincuentes», se llevan produciendo desde hace más de un mes estas manifestaciones, pero que nadie se llame a engaño, no estamos hablando de la corrupción que nutre al batzoki alavés y que ha llevado a varios dirigentes jelkides a juicio encabezados por Alfredo de Miguel, que fue número dos en el partido en Alava. Ni tampoco se está señalando a la familia Urdangarin, en la que uno de sus vástagos, no sabemos si motu propio o influenciado por su familia consorte, de larga tradición mangante, ha sido condenado, sin pasar por la prisión, claro está, por llenarse los bolsillos a espuertas, aprovechando su influencia. Y muchísimo menos del pelotazo de los locales de la calle San Antonio del que Maroto y Alonso se fueron de rositas.
No, no es esa la delincuencia a que se refieren estas gentes, una delincuencia que vacía las arcas públicas de millones de euros que se podían dedicar a servicios sociales, a educación , a enseñanza o tantas otras áreas necesitadas, según los políticos, de dinero.
La delincuencia a que se refieren es la de que dicen produce la familia Manzanares Cortes.
Ignoro el historial de los problemas de convivencia de esta familia, ni de los delitos que hayan podido cometer y comprendo la preocupación y el miedo que pueda sentir el vecindario de Asteguieta, por que el miedo se alimenta con rumores, con leyendas urbanas, con prejuicios y con la desidia interesada de las instituciones que saben que una sociedad miedosa es más fácil de manipular; Y es que este miedo, esta preocupación tiene que ver con un prejuicio secular que arrastra la sociedad, alavesa, y vasca, desde hace cinco siglos y se llama antigitanismo.
Si no existiera este antigitanismo, este desprecio al otro, al diferente, las movilizaciones no serian tan masivas, ni el odio tan exacerbado.
Sin este antigitanismo, el vecindario de Asteguieta y sus cómplices del agro Alavés, podrían manifestarse por que se dotara al pueblo de equipamientos sociales, de apoyo escolar, de servicios de mediación para la convivencia.
Y es que la lucha contra la xenofobia, contra la aporofobia y el antigitanismo no es una cuestión de tiempo, ni de educación; es una cuestiona de voluntad política.
Y la voluntad política en nuestra ciudad deja mucho que desear en cuanto a materia social se refiere.
No basta con presumir de datos sobre las aportaciones a gasto social, hay que profundizar, evaluar y dotar de los medios que sean necesarios para garantizar una cobertura real y universal en materia de servicios sociales, y los partidos que gobiernan nuestras instituciones parecen estar más por la labor de usar ese miedo como forma de ganar votos.
Los problemas de convivencia y las movilizaciones que producen, son el termómetro que mide la calidad solidaria de nuestra tierra, y desgraciadamente sale muy mal parada.
No se puede permitir esa normalización del odio y del rechazo, es necesaria una intervención, con los medios económicos que se necesiten para parar ese fenómeno que con el tiempo podrá convertirse en un mecanismo de enfrentamiento social de enfrentamiento con insospechadas consecuencias.
Pido a las administraciones que intervengan, aunque sea solo para que los hijos e hijas del pueblo de Asteguieta no sean educados en el desprecio al diferente y se conviertan en la masa que con sus prejuicios y odios marquen las políticas de normalización del odio del futuro. Si no vendrán Alonso y Maroto, de nuevo, y la cosa irá a peor.
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