«Extrema derecha» -Juan Ibarrondo-
Este pasado otoño, en los cursos sobre conflictos internacionales que imparto anualmente, hemos tratado el tema del ascenso de la extrema derecha en Europa y los EEUU.
Una de las características de este fenómeno es su extrema versatilidad, es decir su capacidad para adaptarse a distintas situaciones y lugares.
Por ejemplo, hay movimientos de extrema derecha unionistas, como en España o en Irlanda del Norte, o separatistas como la Liga Norte en Italia o la extrema derecha flamenca, los hay integristas religiosos como en Polonia, o radicales liberales como en Holanda…
Sin embargo, todos tienen algunos elementos comunes. Su origen, que no es otro que los graves desajustes y conflictos causados por las políticas neoliberales; y sus principales caladeros, que se encuentran casi siempre entre sectores de clase media empobrecida: en las periferias urbanas marginadas o en las zonas rurales abandonadas a su suerte.
La extrema derecha medra con la creación de un culpable ante esta situación, que suele ser el emigrante pobre, minorías marginadas como los gitanos, o el pobre asistido por el Estado…; sectores que según ellos estarían excesivamente protegidos por los que llaman “buenistas”, en supuesto agravio comparativo con los honrados trabajadores nativos.
Xenofobia, racismo (o diferencialismo, que no es otra cosa que su denominación políticamente correcta) y aporofobia (La fobia a los pobres) son, por tanto, señas de identidad muy generalizadas entre todos estos grupos; a las que habría que añadir la seguridad entendida como valor supremo y las políticas del miedo, que a menudo se articulan en forma de vecinalismo reaccionario, en ocasiones violento y parapolicial.
Estas ideas pueden anidar en los partidos de la derecha tradicional (o incluso en la izquierda más sistémica) o bien pueden constituirse como alternativas electorales a los partidos tradicionales.
Aunque algunos de sus componentes más radicales puedan parecer antisistema, en su inmensa mayoría no lo ponen en cuestión, y de alguna manera son funcionales a éste, pues constituyen una válvula de escape al malestar provocado por las políticas neoliberales sin cuestionarlas.
En Euskalherria, durante mucho tiempo, nos hemos creído inmunes a esta epidemia, a pesar de que cada vez se ven más situaciones que corresponden a las características que hemos señalado.
De manera, que más valdría prevenir que confiarnos, estableciendo un cordón sanitario que evite el contagio antes de que los síntomas se conviertan en enfermedad y ya sea demasiado tarde.
Juan Ibarrondo
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