«Tambores de guerra» -Juan Ibarrondo-
Desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el ruido de tambores de guerra no ha dejado de aumentar en el mundo. El presidente de los EEUU, tras aumentar el gasto militar de su país, exigir la subida correspondientes a unos “aliados” que trata como vasallos, nombrar a militares y lobistas del complejo industrial militar para altos cargos de su administración, y declarar que USA tiene que ganar un guerra para recuperar su autoestima… maniobra ahora en Oriente Medio y en el Pacífico buscando la excusa para exhibir músculo militar (y tal vez nuclear).
Se dice que en las guerras la primera víctima es la verdad, y crear confusión parece efectivamente una prioridad en la estrategia comunicativa de Trump, que -como los gobernantes que describe Orwell en 1984-, puede cambiar de enemigo con gran facilidad y en tiempo record. Sin embargo, podemos tratar de vislumbrar sus acciones y motivaciones entre la niebla de confusión que despliega con sus extemporáneas declaraciones. Pero, para conseguirlo no debemos mirar el dedo que apunta a la luna sino la luna misma.
De esa forma, si miramos con atención y cierta lógica, descubrimos algunos hechos clave, que pueden arrojar luz sobre los últimos acontecimientos internacionales, aparentemente contradictorios y hasta absurdos.
1. La gran potencia norteamericana ve cada vez más amenazada su hegemonía por las nuevas potencias emergentes, sobre todo China, que no casualmente acaba de presentar su macro proyecto de nueva ruta de la seda, que acabaría de consagrarla como rival directo de EEUU.
2. La demanda creciente de recursos cada vez más escasos: agua, tierra fértil, materias primas energéticas, minerales estratégicos… hace fundamental controlar los países con mayores reservas y las rutas comerciales, además de los acuíferos y la propia tierra fértil.
3. Actualmente, las dos balas que le quedan a EEUU en la recámara para preservar su hegemonía son el control del dólar como moneda global y la supremacía militar, que garantiza la primera.
4. El capitalismo en general, y la economía USA en particular, se enfrentan a una crisis sin precedentes, una crisis estructural y tal vez terminal, que no puede entenderse como una crisis cíclica más y que exige soluciones drásticas, más allá del ámbito político y económico tradicionales, en lo que algunos denominan ya capitalismo-guerra, o capitalismo de acumulación primitiva.
Sólo atendiendo a esas claves podemos entender los hechos y motivos de la gran potencia norteamericana, en busca de una gran guerra, o bien de un conjunto de guerras menores, que se sumen a las ya existentes (de baja y media intensidad) que provocan estados fallidos, desplazamientos masivos de población, terrorismo… De esa manera, podrá poner en su sitio a sus rivales (o al menos intentarlo) y a la vez reactivar su economía. De hecho es lo que han estado haciendo con las sucesivas invasiones de Irak y otras intervenciones militares en los últimos años. Sus planes en Oriente Medio pasan, como decimos, por controlar los recursos energéticos y las rutas comerciales, contrarrestando -si es preciso por la fuerza- la cada vez mayor importancia en la región de potencias regionales como Irán y Turquía; o en Asia central y meridional: La India y Paquistán, evitando que caigan en el área de influencia china o rusa.
Para conseguir este objetivo, están apoyando a una banda de fanáticos encabezados por la dinastía teocrática de los Saud; al corrupto y golpista ejército egipcio; y al gobierno racista de Israel. Esta santísima trinidad del terror, por su parte, busca deshacerse de cualquier vestigio de oposición que ponga en peligro su poder.
Atacan, por un lado, al Islam político que valoran como una grave amenaza a su poder teocrático o dictatorial; y por otro a la república islámica de Irán y sus aliados, a los que ven también como un serio peligro para su hegemonía económica y militar en el área, así como cualquier veleidad panarabista, que ponga en peligro el Estado de Israel o el predominio Saudí en la región.
Para lograrlo, están interesados en fomentar el enfrentamiento confesional al interior del Islam entre chiíes y sunís. La guerra en esos términos les interesa pues evita posibles alianzas inter confesionales contra su dominio. Además, los saudís lideran la guerra de la ortodoxia suní contra los supuestos herejes, postulándose así como los guardianes del verdadero islam, que basan en su desquiciada interpretación wahabita del Corán y su aplicación rigorista.
Solo entendiendo estas cuestiones podremos contextualizar hechos como el bloqueo a Qatar, el terrorismo yihadista en Europa, la aparición del DAHES, o la guerra de Siria, Yemen, Libia… más allá de la retórica hueca y a menudo histérica que nos ofrece la mayor parte de los medios de comunicación.
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