Atracción fatal
El corazón se nos acelera, el cerebro pone a sus trabajadores al máximo rendimiento y los ojos recorren ávidos la página. El placer que nos proporciona adivinar los entresijos del misterio es incomparable. La literatura que nos propone retos, enigmas, casos sin resolver es la que sigue acaparando el interés y el bolsillo de la lectora a la hora de adquirir un nuevo volumen.
Nombres imperecederos como el de Agatha Christie, Shirley Jackson o Daphne du Maurier no pueden faltar entre los imprescindibles. Sin embargo, es un género un tanto contradictorio, las nuevas voces deben competir con la alargada sombra que las damas del misterio han dejado, y es difícil hacerse un hueco con una rival que cuenta con un ejemplar de sus obras en cada casa.
Sin embargo, la oleada venida del norte de Europa y las nuevas series detectivescas de la bella Italia han conseguido establecerse como alternativa contemporánea a la arquetípica niebla londinense o a la manida casa de fantasmas. Ahora los clásicos deben compartir estantería con las peripecias de Montalbano de Camilleri o la oscuridad de las historias de Larsson y Mankell.
Y aún así, esta nueva camada vuelve a decantarse en la balanza y proyectar su sombra ante la labor de editoriales independientes como La biblioteca de Carfax o Aristas Martínez cuyo textos y diseño son minuciosos trabajos de orfebrería.
Pero, ¿cuál es la clave del misterio? ¿por qué sentimos esa predilección por anticiparnos y demostrar que hemos acertado al desvelarse por fin la solución del puzle? Resulta una comparación simple y quizás trivial, pero es como tachar tareas en una lista. La satisfacción de resolver lo oculto es, como hemos dicho al comienzo, gratificante. Además, resulta un impase necesario de la monotonía el sumergirnos en la cara oculta de las relaciones humanas que nos sorprenden, nos repugnan o nos hacen reflexionar.
Esa oscuridad de la que hablamos es quizás lo que más humano y desnaturalizado nos parece. Es decir, el interés en las motivaciones que llevan a cometer un crimen en las novelas de misterio es de lo más natural, pero, los tintes negros de ciertos actos llegan incluso al morbo y a la fascinación con lo grotesco.
Ahí es donde nos topamos con lo que cada una puede digerir y lo que sacamos en claro de la violencia que consumimos. La aséptica descripción del crimen en las novelas inglesas clásicas que se centran más en el desarrollo de los personajes y en la intricada trama entre ellos, se halla frente al minucioso detalle en el ensañamiento de la víctima en muchas de las obras nórdicas.
Estilos diferentes, perspectivas diversas y modos de contar dispares. Nos toca a nosotras elegir cuál es el menú que más nos satisface. Sin embargo, volvemos a subrayar la inquietante verdad detrás de la popularidad del género: consumimos violencia. Ese es un pensamiento que difícilmente abandonará nuestra mente tras haber resuelto cualquier misterio que nos propongan las letras.
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