La crisis de la civilización capitalista: imaginario del fin del mundo y el mundo que ya se ha acabado
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Inurri Gorria: La crisis de la civilización capitalista: imaginario del fin del mundo y el mundo que ya se ha acabado00:02:53
Vivimos en una época en la que el imaginario sobre el fin del mundo es pan de cada día: antropoceno, colapso, catástrofes naturales… Más allá de los datos objetivos que nos hablan de la crisis climática y ecológica y de la incompatibilidad entre la forma de vida capitalista y el ecosistema del planeta, ese imaginario catastrófico responde a una crisis más profunda y subjetiva: la crisis de la civilización capitalista.
La cuestión no es el mundo que se va a acabar. Lo que YA se ha acabado es la idea de Progreso de la Modernidad, esa idea evolutiva y lineal de la Historia. Y, con ella, el sueño del dominio del Hombre sobre la naturaleza y el paradigma productivo extractivista y consumista del capital. El TAV del Progreso -que iba a llevar toda la humanidad hacia el desarrollo, bajo el modo de producción capitalista- se ha chocado contra la pared de los límites naturales y sociales del planeta -por la imposibilidad de crecer de forma indefinida en un planeta finito (a nivel geográfico y material).
Lo que nos dice este imaginario sobre el fin del mundo no es una profecía sobre el futuro, sino una constatación del presente: No es que EL mundo se vaya a acabar (como mucho se extinguiría la especie humana, porque el planeta seguiría vivo); lo que YA está acabado es UN mundo: el mundo de la Modernidad capitalista, su sueño de eternidad y su paradigma de civilización.
Y la respuesta no puede ser reformar el capitalismo, hacia un «capitalismo verde y sostenible» -como quieren los absurdos proyectos de economía circular, que plantean «desligar el crecimiento económico del impacto ambiental»-. La única solución es una revolución, acabar con el modo de producción capitalista y con su civilización, empezando una nueva época para la humanidad: una sociedad sin clases sociales ni dominación, una sociedad que acabe con la propiedad privada, la forma-valor y la forma-mercancía (es decir, con los fundamentos de la sociedad capitalista).
La sociedad comunista, que será una forma radicalmente otra de producir y de vivir, de estar al mundo y de relacionarse con el mundo. Pero para llegar a esa sociedad no hay «transición» posibles: necesitamos una ruptura radical con la sociedad del capital, una revolución. Porque «otro mundo será posible» solo y en la medida en que «otro fin del mundo sea posible». Es decir, solo si, en lugar de esperar pasivos el fin del mundo (del planeta biológico), nos hagamos sujetos activos y conscientes del fin de ESTE mundo (del mundo capitalista). Y empecemos a construir, desde hoy en día, los fundamentos del mundo nuevo, haciendo emerger la sociedad de mañana dentro y contra los escombros de la sociedad actual que se derrumba.
Vivimos en una época en la que el imaginario sobre el fin del mundo es pan de cada día: antropoceno, colapso, catástrofes naturales… Más allá de los datos objetivos que nos hablan de la crisis climática y ecológica y de la incompatibilidad entre la forma de vida capitalista y el ecosistema del planeta, ese imaginario catastrófico responde a una crisis más profunda y subjetiva: la crisis de la civilización capitalista.
La cuestión no es el mundo que se va a acabar. Lo que YA se ha acabado es la idea de Progreso de la Modernidad, esa idea evolutiva y lineal de la Historia. Y, con ella, el sueño del dominio del Hombre sobre la naturaleza y el paradigma productivo extractivista y consumista del capital. El TAV del Progreso -que iba a llevar toda la humanidad hacia el desarrollo, bajo el modo de producción capitalista- se ha chocado contra la pared de los límites naturales y sociales del planeta -por la imposibilidad de crecer de forma indefinida en un planeta finito (a nivel geográfico y material).
Lo que nos dice este imaginario sobre el fin del mundo no es una profecía sobre el futuro, sino una constatación del presente: No es que EL mundo se vaya a acabar (como mucho se extinguiría la especie humana, porque el planeta seguiría vivo); lo que YA está acabado es UN mundo: el mundo de la Modernidad capitalista, su sueño de eternidad y su paradigma de civilización.
Y la respuesta no puede ser reformar el capitalismo, hacia un «capitalismo verde y sostenible» -como quieren los absurdos proyectos de economía circular, que plantean «desligar el crecimiento económico del impacto ambiental»-. La única solución es una revolución, acabar con el modo de producción capitalista y con su civilización, empezando una nueva época para la humanidad: una sociedad sin clases sociales ni dominación, una sociedad que acabe con la propiedad privada, la forma-valor y la forma-mercancía (es decir, con los fundamentos de la sociedad capitalista).
La sociedad comunista, que será una forma radicalmente otra de producir y de vivir, de estar al mundo y de relacionarse con el mundo. Pero para llegar a esa sociedad no hay «transición» posibles: necesitamos una ruptura radical con la sociedad del capital, una revolución. Porque «otro mundo será posible» solo y en la medida en que «otro fin del mundo sea posible». Es decir, solo si, en lugar de esperar pasivos el fin del mundo (del planeta biológico), nos hagamos sujetos activos y conscientes del fin de ESTE mundo (del mundo capitalista). Y empecemos a construir, desde hoy en día, los fundamentos del mundo nuevo, haciendo emerger la sociedad de mañana dentro y contra los escombros de la sociedad actual que se derrumba.
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