La ilusión motor de la historia
Hoy hablaré de gentes que conozco y de la actitud que mantienen ante un problema vital: cómo transformar la sociedad. Ángel es un vecino que se jubiló hace un año y que malgasta el tiempo de que dispone. Piensa mucho en él, algo en su familia y nada en la sociedad. Los problemas que existen a su alrededor le tienen sin cuidado. Pasa horas infinitas viendo la televisión y cuando aparece alguna crónica reivindicativa, cambia de canal. Pudiera decirse que vive a la sopa boba. O quizá peor, legitimando con su dejadez las injusticias que tanto abundan.
Alfredo está en las antípodas. Sigue con atención la realidad política y social de nuestro entorno. Escudriña lo que otros dicen o hacen y, casi siempre, lo critica. Es el hombre del NO ya que todo lo que ve a su alrededor le parece mal y todas las iniciativas que buscan el cambio las considera desacertadas o insuficientes. Quisiera cambiar el mundo, pero vive amargado y aporta al cambio necesario mucho menos de lo que pudiera aportar. Vive desanimado y, lo que es peor, su mensaje derrotista desanima a quienes están a su lado y le escuchan.
Edurne es diferente. Mujer callada y comprometida. Además de las tareas domésticas, dedica su poco tiempo y sus muchas energías a construir un mundo más justo y mejor. En su apretada agenda caben la lucha por un feminismo de clase, la solidaridad con nuestros presos políticos y sus familiares, combate el creciente desempleo y los trabajos precarios, maldice la tragedia de los refugiados ninguneados, vibra con el internacionalismo solidario, participa en la batalla incansable de las pensionistas, ha cultivado la conciencia identitaria y nacional, promueve la defensa y el uso del euskera. No hace mucho, la muerte visitó su familia y se llevó a su marido. Somos amigos y le mandé un saludo de condolencia. Antes de acabar el día me contestó con unas pocas palabras que me estremecieron y que las guardo: “Seguiremos avanzando¡¡¡ Con lágrimas y dolor, pero, al mismo tiempo, con ilusión y apostando por el futuro! Abrazos”
Era el testimonio apasionante de una mujer empeñada en transformar el mundo porque se implica en ello. Que le duelen las injusticas pero que no se resigna; que lucha por combatirlas y que encuentra en esa lucha el sentido de su vida; que contagia la ilusión con la que ella afronta sus compromisos; que expande esperanza y que estimula a comprometernos, así como lo hace ella. Le agradezco a Edurne sus palabras y el testimonio nos regala.
Unos días más tarde tuve la oportunidad de leer una reseña escrita a la distancia. Miguel Díaz Candel, el actual Presidente de Cuba, mantenía una videoconferencia con los gobernadores de las 15 provincias en las que está dividida la isla. Revisaban las muchas tareas que tienen pendientes y a las que tienen que hacer frente: la pandemia, la producción de vacunas, el bloqueo norteamericano, la escasez de casi todo, las viviendas sociales, la soberanía alimentaria, la solidaridad internacionalista…Cuando pareciera que las tareas les desbordaban a las cubanas y cubanos, las palabras de su Presidente me recordaron a las de Edurne: “Aquí no hay espacio para el cansancio ni para la resignación. Vamos a seguir ilusionados, vamos a seguir trabajando, vamos a seguir venciendo”.
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