Malditos 30
La frontera invisible que divide la vida de una mujer. Antes de los treinta y después. Antes, el territorio en el que la despreocupación se toma como un rasgo informal que es casi carismático y en el que el tiempo reinante es el presente. La flexibilidad y el carpe diem como mantra por las mañanas. Después, la tierra de las grandes responsabilidades, el asentar la cabeza, el pensar en el futuro y de no tener edad para ciertas cosas.
Y es que parece que tras cambiar de década, una gran losa se pose sobre nuestros hombros y se nos retire el derecho y la libertad de no tener cada detalle de nuestra vida planificado. De hecho, los grandes temas resurgen con más fuerza y cada vez los comentarios se hacen más repetitivos: “a ver cuándo encuentras un trabajo fijo”, “a ver si asientas la cabeza”, “a ver si encuentras pareja estable”, “¿piensas tener hijos?”, “y no te gustaría vivir con alguien?” y un largo etcétera.
No hay manera de deshacerse de ese malestar que te va generando que todo el mundo pregunte sobre tu vida y que encima quiera que cumplas ciertos requisitos para poder decir que tu vida está completa y que has aspirado a lo más alto. Pero, claro, lo que no ven es que a pesar de haber llegado a la treintena, ya no se pueden ni se quieren cumplir todas las casillas de la vida convencional.
De todas formas, todas esas insistencias, sugerencias y consejillos hacen que a una se le meta presión en el cuerpo y piense qué está haciendo mal para que le pregunten tanto sobre su vida. La culpa va carcomiendo tus entrañas, luego la furia y hasta la tristeza y sientes una soledad y un sentimiento de fracaso que no desaparece durante días.
Pero llega el momento de repensar por qué te estás reconsiderando toda tu vida y las decisiones que has tomado. Primero, encontrar un trabajo estable y digno es como encontrar el Santo Grial, verdaderamente imposible hoy en día. Por lo tanto, sin estabilidad, yendo de trabajo en trabajo, dejándonos la piel por intentar rascar un sueldo mínimo, lo de los críos ni hablar.
Luego ya viene el tema personal, que parece que si no se nos despierta el instinto maternal o sentimos devoción por los niños ya se nos tilda de solteronas y egoístas. Y ya si añadimos al cóctel el no tener una pareja estable, vamos a acabar cuidando una colonia de gatos y yendo en zapatillas de casa por la calle.
En resumen, que las condiciones socioeconómicas hacen casi imposible cumplir el sueño de casa, perro, pareja, hijos al que nos han enfocado y que cualquiera puede desear por las razones que sean pero que no puede regir a toda mujer bajo esa vara de medir.
Las que disfrutan viviendo solas, las que no quieren tener hijos, las que les gusta tener parejas esporádicas o no tenerlas, las que quieren seguir divirtiéndose y haciendo cosas supuestamente mal vistas para su edad…que sigan así, y bienvenidos los 30 y todos los que tienen que venir.
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