Gracias a la vida
Los “teleberris” se han convertido en informativos terroríficos, en una mirada euskocéntrica, en, una vez más, considerarnos el ombligo del mundo y ¡cómo no! englobar, en un NOSOTROS IGUALITARIO, a todos los grupos de población que vivimos en este País. Mediante mensajes subliminales, sencillos y claros por los que nos transmiten el miedo, el individualismo, la sumisión, el control, etc. pretenden encaminarnos hacia una sociedad carcelaria. Siendo muy consciente de que la pandemia existe, creo que nos encontramos ante una utilización perversa del COVID-19 y sus consecuencias, fundamentalmente para los grupos de población más vulnerables.
Pero la realidad es terca y la vida real fluye y el instinto de vivir una vida digna de ser vivida para una misma y para las demás se abre camino. Aunque no es fácil. Los mensajes son tan contradictorios y negativos que hay que realizar un esfuerzo para salir de esta oscuridad buscando alianzas y complicidades para no enfermar de tristeza, de insolidaridad, recuperar la calle y denunciar las situaciones que están jorobando a muchas personas, incluso más, que la propia pandemia.
Como no recordar a las personas hacinadas en los campos de refugiadas, en las fronteras cerradas de Europa y el constante goteo de muertes en el Mediterráneo; a la industria armamentística de EuskalHerria importante exportadora de armas; a la explotación de las trabajadoras domesticas; a inmigrantes sin derechos, situaciones denunciadas por la Caravana Mugak Zabalduz que tuvo lugar el pasado mes de agosto.
El colectivo Derecho a Techo denunció y mostró su preocupación por las situaciones de las personas condenadas a vivir en la calle mientras, las instituciones miran para otro lado, los precios de los alquileres se disparan y miles de viviendas se encuentran vacías.
Continúan muriendo personas en las cárceles del estado español. Las últimas, en Euskadi. Mientras, Marlaska ministro de interior señalado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo por no investigar torturas, acudía a Gernika invitado por los del “suelo ético”.
Hace unos días el exministro franquista Martin Villa ha comparecido ante la jueza argentina Servini, imputado por crímenes de lesa humanidad. El arduo y constante trabajo de Asociaciones como Martxoa 3 de Gasteiz lo han hecho posible.
Mujeres y hombres pensionistas se manifestaron en Bilbo reafirmándose en sus reivindicaciones y reclamando ante la Fiscalía de la CAV una investigación sobre las muertes en las residencias de mayores.
Tampoco ha estado inactivo Mugitu! de Iruña, el colectivo que lleva años denunciando el gasto faraónico que supone el TAV y exigiendo su inversión en necesidades sociales.
EL Movimiento Feminista nos convocaba el pasado día 7 de septiembre a una concentración para denunciar la presunta violación grupal sufrida hace un mes por una joven de 17 años por parte de siete adolescentes en un barrio de Gasteiz.
Estas y otras iniciativas que han tenido lugar durante este verano tan caótico, son un soplo de aire fresco y un canto a la vida y, el manifestar y denunciar en las calles este abanico de situaciones y problemas, solo lo hace posible la implicación y el auzolan de los diferentes colectivos. Todo ello a pesar de las continuas estrategias paralizantes.
Aitxus Iñarra, filósofa, en un interesante artículo “Los otros y la comunidad abierta” publicado en GARA va desarrollando algunas reflexiones relacionadas con la necesidad de las relaciones sociales, sobre la soledad, el valor de la proximidad con las demás y la importancia de los otros…que en estos tiempos de aislamiento y miedo a relacionarnos para interactuar, compartir, etc., nos pueden resultar esclarecedoras.
Y dice así. “Por experiencia sabemos que hay circunstancias especialmente duras en las que la ayuda y el apoyo afloran espontáneamente. Es lo que ha ocurrido en esta época del confinamiento en la que se han dado numerosas expresiones de solidaridad. Sin embargo la pérdida del sentido colectivo es un hecho obvio. Así, en las comunidades tradicionales de vecindario, barrio… ha disminuido, en buena medida, su sentido de relación solidaria y cercana. Y esa pérdida de sentido ha afectado a nuestro comportamiento y a una percepción cada vez más individualista que tenemos los unos de los otros”.
Y sugiere en otro momento “Qué sería vivir sin el otro, sentir su ausencia, o no poder vislumbrar siquiera su presencia, ni percibir el tacto, ni la mirada de esa otredad. Que sería vivir el mundo vacío de ella. De esa ausencia deviene una persona perdida, inmersa, replegada en sí misma y desarraigada del mundo”.
Toca rebelarse. Imaginar y crear espacios para el encuentro, el análisis, el debate. Urge fortalecer alianzas para responder a lo que se avecina. Y recuperar las calles.
Como dice la escritora Laura Esquivel, Todas las personas nacemos con una caja de fósforos en nuestro interior y cada cual debe descubrir sus propios detonadores para prenderlos: una música, un gesto, una compañía, una caricia, un idioma… La combustión que se produce nutre de energía el alma; en caso contrario, la caja se humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo.
Bego Oleaga. Escotilla 10 de septiembre, 2020
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