Maestra de las sombras
Los ojos se clavan en el puñal y la sangre corretea sobre las sábanas hasta tocar las tablas del maderado suelo. Los colores ocre y rojo aterciopelado destacan en las tinieblas del fondo típicamente barroco. La expresión de terror de él y la determinación de ella nos dejan sin aliento. Contemplamos un óleo por el que miles de miradas han transitado pero pocas se han detenido.
La mala fortuna ha querido que comparta espacio con Caravaggio, el exponente del barroco italiano por excelencia. Su “Baco” es el que acapara la emoción de la espectadora. A su lado se encuentra la pintura de dimensiones nada desdeñables “Judith decapitando a Holofernes” de la artista romana Artemisia Gentileschi. ¿Cómo es posible la ceguera?
Hasta 2020 no supimos apenas nada de esta autora que en su tiempo trabajó para las grandes cortes europeas y que entabló relaciones con contemporáneos del tamaño del anteriormente mencionado Caravaggio. Los pasillos de la galería de los Uffizi florentina que alberga parte de su obra comenzó a llenarse de cada vez más voces que se hacían eco del talento de la artista.
Pero como hemos puesto en cuestión en líneas anteriores, ¿por qué ahora? ¿qué nos ha llevado a quitarnos la venda de los ojos y otorgar el debido lugar a una artista barroca que se considera un ejemplo de excelencia en los círculos del arte italianos? La respuesta puede ser variada pero se enmarca dentro de la tendencia de redescubrir y poner en alza el trabajo de mujeres en el arte que nada tienen que envidiar a sus coetáneos.
Y ya era hora. No se trata de sacarse de la manga un par de nombres de mujeres para cumplir cupos de igualdad de cara al público sino de imprimir nombres de mujeres en la hasta ahora excluyente historia. Necesitamos modelos y referencias que perduren y muestren el cuadro en su totalidad.
Y menos aún necesitamos que una vez nombres como el de Artemisia Gentileschi se coloquen bajo la luz, se enfoquen los detalles de su vida sentimental y se de mayor importancia a sus relaciones con hombres que a su trabajo. Hablemos de la maestría en sus pinceladas, de sus autorretratos como musa de la pintura, de la fuerza en la representación de escenas violentas…su obra es digna de admiración y análisis.
Ya que las tapamos bajo una sábana y las dejamos envejecer, saquémoslas de las bodegas de los museos y coloquémoslas en un lugar en el que destaquen por ellas mismas. Es momento de redescubrir aquello que dejamos en el olvido, que llene crónicas, noticias y reseñas, y sobre todo, que podamos ver su obra en los libros de educación sin que sean una excepción ni una curiosidad.
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