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Santiago Alba nos analiza la situación en los países del medio y próximo oriente, ahora que se aproxima el primer aniversario de las revueltas de la primavera árabe.

En Túnez, después de las elecciones, se ha creado un gobierno tripartito con diferentes tendencias. La composición heterogénea del gobierno provoca que las medidas tomadas sean en ocasiones contradictorias, contradicciones acrecentadas por los diferentes actores que entran en juego en la situación tunecina. La nueva constitución que se está redactando crea varios interrogantes como las referencias a la religión islámica, las diferencias de género o los aspectos sociales y económicos.

En lo que respecta a Siria y Egipto, al no haberse obtenido las demandas que provocaron las revueltas, las movilizaciones siguen. El prolongamiento de las protestas hace que sectores que se quedaron fuera de las mismas al principio hayan tenido tiempo de resituarse. El contexto político actual es, de esta manera, similar al de hace 100 años, con varias fuerzas relativamente independientes luchando entre sí para controlar la región y dirigir las revueltas. La presencia de nuevas fuerzas y proyectos hacen peligrar la hegemonía americana y europea dominante hasta el momento.

En Egipto la represión está siendo incluso mayor que con Mubarak, lo que en principio parecía una revolución ha sido en realidad un golpe de estado disfrazado de retórica revolucionaria, y el ejército sigue controlando los aspectos más importantes del país.

En medio de todos estos movimientos se encuentra el estado de Israel. Se empieza ya a hablar de un posible ataque unilateral israelí a Irán, en el que los Estados Unidos estarían obligados a ayudar a Israel. Un ataque de estas características podría acabar con las revueltas árabes.