Sobre el coronavirus
Llevo un mes con las informaciones dando vueltas por las redes y mi cabeza, y hasta ayer, no creía que este fenómeno tuviera tanta importancia para como lo estaban tratando en los medios. Comparaba las cifras con la gripe, la peste negra, y no me parecía tan grave el asunto. Hay gente que en el momento que algo sale en los medios, lo cree a pies juntillas. Otras, como yo, automáticamente desconfiamos. Así somos los humanos. Pero no es que el fenómeno no fuera importante. Tampoco era el fin del mundo. Únicamente, lo que estaba pasando, es que nadie me había facilitado la información que yo necesitaba para explicarme el fenómeno y las reacciones gubernamentales, desde China hasta aquí. Y por tanto, adquirir la conciencia que este fenómeno global nos exige.
Ayer recibí un documento redactado desde la Complutense de Madrid por una científica viróloga e inmunóloga. El valor de este documento, para mí, es que trata el fenómeno en su integridad, no como lo están expresando ni las instituciones, ni por supuesto los medios sensacionalistas que nos rodean, o todo el aparato conspiranoico al que también damos atención. Basicamente estas informaciones cruzadas ponen el acento en la cuestión individual de la pandemia, en cómo actuar tu para evitar contagios, asustándote a ti contando, uno por uno, los muertos o enfermos, contando las medidas extraordinarias pero sin darles significado, o directamente, añadiendo información falsa que confunde haciendo el discernimiento todavía más difícil.
Y por esto, ante este régimen de posverdad construido alrededor del hecho real, quiero dar mi opinión al respecto.
Me siento culpable de no haber tomado en serio el fenómeno desde el primer momento. Pero nadie ha aprendido todavía a moverse en la nueva sociedad de la información.
La Científica Margarita de Val empieza el texto diciendo que a su juicio, la clave para entender el virus es pasar del nivel de individuo al nivel social, porque quien va a sufrir el fenómeno es la sociedad en su conjunto, además de aquellos que están dentro de los grupos de riesgo. Es decir, la preocupación que debemos extender no es que cada una de nosotras nos podamos enfermar, sino a quienes podemos llegar a contagiar si lo hacemos. Porque hay mucha gente en peligro si se contagia. Y porque si los profesionales de la salud se contagian y se extiende, pueden enfermar en masa, y quedarnos sin atención médica, para esto u otras dolencias. Es decir, el virus exige, por encima de todo, solidaridad social, hacia las personas en riesgo y hacia los recursos sanitarios en peligro de colapsar.
La científica se asombra de porque no se ha explicado el sentido de las medidas tan inhabituales. En Gasteiz por ejemplo, se han suspendido las clases, o en Valencia las Fallas y creo que en un siglo paso3 veces, 2 de ellas por la guerra, es decir, es algo muy muy extraordinario. Pero a las personas de a pie no nos han contado el porqué de estas medidas. Y además, como siempre, los medios han caído en el sensacionalismo, en vez de adoptar actitudes más responsables. Por ello, la gente hemos adoptado las dos posturas lógicas, alarmarnos o rechazarlo. Ninguna de las dos sirve para que protejamos a quien lo necesita. El que se alarma puede asustarse, pero no significa que vaya a actuar como debe y se le pide. Y el que lo rechaza, por supuesto, tampoco.
La científica nos asegura que la mortandad es muy parecida a la de la gripe, y que los grupos de riesgo son los mismos, así que aconseja que si no nos sentimos especialmente mal y no somos de esos grupos, si no tenemos contacto con un infectado o no hemos viajado a lugares con más riesgo, nos lo tomemos como nos tomaríamos una gripe, tranquilos en casa, sin saturar los servicios que otra gente si va a necesitar. Y este es el nivel individual para quien no está enfermo a priori y no es anciano.
Pero si hay diferencias con la gripe, a nivel colectivo. Y estas diferencias justifican la cuarentena y demás medidas de contención.
-El virus es nuevo, no se conoce, y no se puede predecir su comportamiento. Así pues, necesitamos un tiempo para que los científicos puedan entenderlo y prevenir o atenuar sus consecuencias.
-Como es nuevo, no tiene tratamiento ni vacuna. Pero muchas enfermedades infecciosas no lo tienen tampoco.
-Es más contagioso que la gripe, quizás porque nadie está inmunizado y esto siempre frena los contagios.
-Como es nuevo y no hay inmunidad, teóricamente podríamos contagiarnos el 100% de la población en pocos meses, en el peor de los casos. Pero solo un 20-25% tendríamos síntomas, en el peor de los casos.
Por todo esto son necesarias las medidas de contención: Cuarentenas, trazado de contactos que sobre todo buscan ralentizar el contagio que sufriremos casi todo el mundo, aunque solo se manifieste en un 25% de nosotros. Hay que ganarle tiempo al virus para cuando haya una vacuna o tratamiento, para ver si con el tiempo o las condiciones ambientales se atenúa. O desaparece como ha pasado con otros virus.
Pero sobre todo, necesitamos que el sistema no colapse. Con gripe y un 1% de afectados, se llega casi a la saturación de los servicios. Pero con este virus podríamos alcanzar el 17%, y eso sería un número de pacientes que el sistema no podría absorber. Porque la asistencia correcta salva vidas, como en el resto de neumonías, y los enfermos más graves necesitarán esa asistencia. Con las neumonías de otras clases o el sarampión, por ejemplo, los médicos ya sufren cuarentena. Porque no pueden contagiar a enfermos vulnerables o que bajen los recursos humanos. Ante este virus nuevo, podríamos quedarnos sin médicos ni hospitales, y deberíamos construir hospitales en tiempo record y reclutar, si pudiéramos, sanitarios de otros lugares. Hemos podido tener suerte de que todo empiece en China, aunque las creencias superficiales lleven a gente a pensamiento racistas. Porque gracias a su capacidad organizativa, han construido hospitales de urgencia y han podido contar con profesionales de otras provincias a la del foco de origen. Ningún país esta a salvo de provocar una pandemia global, porque no son los países los que provocan esa pandemia, sino la intercomunicación diaria global a través de millones de desplazamientos y de personas por todo el planeta. Y en esto, todas las naciones tomamos parte.
En Italia lo que ha ocurrido es que no se tomaron las medidas correctas, y el virus se ha propagado de una manera que con conocimiento podría haberse evitado.
Nuestros servicios de salud son muy avanzados, pero la globalización hace que hoy, las pandemias, se puedan extender por todo el mundo en cuestión de días.
Así que ahora, lo que toca es Solidaridad. No moverse mucho, no juntar sanitarios en congresos que puedan servir de propagadores. Evitar multitudes. Si te cierran la empresa por un caso, hay que ir a casa, y no de copas o visita. Porque no somos la mayoría quienes estamos en peligro, pero todos podemos poner en peligro a quien pertenece a grupos de riesgo. Pero además, si necesitas una operación quirúrgica, por ejemplo, necesitaras servicio y profesionales.
Y ahora añado yo.
También hay que colaborar en la no extensión del virus porque existen, por ejemplo, países con menos servicios médicos, y entre ellos, una mención especial a los 5 millones de refugiados en el este europeo. Todo lo que ralentice su propagación puede salvar muchísimas vidas más en peligro que las nuestras. El virus ya ha llegado a Egipto, Irán, Libano, Siria. Hace dos semanas veíamos en la frontera de Grecia el trato que se daba a gente refugiada huyendo de una guerra de la que no son responsables. Si añadimos a esas gentes y sus campos de hacinamiento un virus tan contagioso, la mortandad puede llegar a ser todavía más dramática, y desde luego, su vida, ya terrible, puede complicarse todavía más. Estas gente necesitan un doble ejercicio de solidaridad global, porque van a necesitar fondos de la ONU y medidas extraordinarias para acompañarles, como refugiados, que ya es hora, y como enfermos. Además, es responsabilidad de la sociedad occidental y sus gobiernos la guerra, la generación de estos grupos de refugiados, la no atención a sus desplazamientos, dejándolos vivir durante años en condiciones inhumanas, y por tanto, es nuestra responsabilidad la más que posible creación de este foco especialmente grave de corona virus entre gente desplazada, que lo ha sido, en última instancia, por nuestro desaforado uso del petróleo.
Por eso, la imagen de urbanitas haciendo acopio de comida en los supermercados es una imagen deplorable. Primero, una imagen deplorable del trabajo de los medios de comunicación y las administraciones, por no hacer entender que el problema no va a ser la falta de alimentos, sino el contagio y la saturación de servicios. Que el problema es de todos, no de cada una de nosotras. Y después por el egoísmo individual de quien a pesar de vivir en una zona rica del planeta, a pesar de tener salud, no piensa más que en salvarse a uno mismo y además no lleva a cabo ningún ejercicio crítico sobre las informaciones que los medios nos muestran incansables, descontextualizadas, emocionales.
También esta situación tan extraordinaria, y a nivel global, puede servirnos para hacer conciencia sobre muchas cuestiones:
-La importancia de unos servicios públicos sanitarios, porque la empresa privada de la salud jamás podría hacer frente a un fenómeno de este alcance. La importancia de nuestro capital humano sanitario, quien nos cuida y está en primera línea de este frente para frenar el contagio con el colapso sanitario que podría ocasionar.
-La fragilidad de la Aldea Global intercomunicada ante un ser microscópico. Y por ello, la importancia de revisar nuestros sistemas de creencias sobre la fortaleza o debilidad de nuestras sociedades.
-Y porque este fenómeno exige nuestra solidaridad, Nuestro carácter individualista que pone en peligro al resto y a nosotras mismas.
-Y ya que somos Comunidad global, la necesidad que tenemos de construir y proteger organismos globales que puedan enfrentar y aunar fuerzas de todos los países en retos globales como estos.
– Los índices de contaminación en China han bajado por el parón fosilista que han supuesto las cuarentenas. Y esto es saludable.
La Humanidad necesita un medio saludable. Para ello, las personas debemos estar sanas, no solo físicamente, también mental y socialmente. La gente de los supermercados está enferma mental. Y cuando los efectos del virus sean más graves en zonas empobrecidas por el sistema, todas enfermaremos socialmente. Pero además, debemos proteger los ecosistemas y nuestras relaciones con ellos, porque de ellos vienen las enfermedades y las curas, y nunca un medio tóxico por nuestras prácticas industriales y de consumo fosilistas capitalistas puede ser un medio saludable.
Esta puede ser la primera pandemia de la aldea global. Pero no va a ser la última, y podría llegar una con mayor índice de mortandad, en unas sociedades en absoluta crisis fosilista que servirían de mejor caldo de cultivo para su propagación.
Ojala este virus con todas sus fenómenos extraordinarios nos sirva de reflexión global. Nos ayude a reconocernos entre la gente, esos locos de los supermercados debieran verse reflejados en los refugiados escapando de la guerra, por ejemplo. Y suponga un avance en el reto global más decisivo de la historia del ser humano: Hacer de la sociedad global un sistema sostenible que ofrezca un medio seguro para la vida a cada persona del mundo, y a cada uno de sus ecosistemas, y toda la vida que albergan.
El virus no necesita nuestro miedo. Necesita nuestra solidaridad. Y el virus no solo provoca enfermedad y muerte. También puede provocar conciencia social para la era global.
Somos Ciudadanía del Mundo. Nadie está a salvo. Todas nos necesitamos. El planeta entero es nuestra casa. Y cada persona, sin excepción, es hermana.
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