Entre urna y urna
Vivimos tiempos en los que las urnas y los votos han adquirido un especial protagonismo. El calendario y las circunstancias se han encargado de que en estas fechas las citas electorales se acumulen. Y, con ellas, toda la parafernalia que les suele acompañar: candidaturas, sondeos, debates, ofertas. Tiempo electoral que reaviva una pregunta vieja y recurrente ¿para qué sirve el voto?
Depende. En ocasiones, para abrir paso a proyectos reaccionarios y, en otros, para facilitar los cambios. Como ejemplo de lo primero, fueron las urnas las que encaramaron a un Adolfo Hitler fascista, las que concedieron la mayoría absoluta a un Aznar fanático y las que, en fechas recientes, han dejado el Gobierno de Andalucía en manos del “trifachito” que tanto nos preocupa. Por lo que respecta a lo segundo, fue la mayoría electoral la que colocó en la presidencia sudafricana a Nelson Mandela para que acabase con el apartheid o la que eligió a Salvador Allende como presidente de Chile para que instaurase un gobierno de unidad popular.
Hurguemos en nuestra propia casa. Las últimas elecciones autonómicas volvieron a dejar el gobierno de la Comunidad Vasca en manos del PNV; como en otras ocasiones buscó el apoyo de un PSE complaciente y así puede gobernar al servicio de sus intereses de clase. La configuración política de Navarra resultó diferente.
Aunque el PNV -camuflado de Geroa Bai- ha detentado la presidencia del Gobierno, ha tenido que ejercerlo en formato de “cuatripartito” y esto ha le ha obligado a dar un giro algo más social. No se ha conseguido todo lo que los votantes de izquierda hubieran deseado pero ha despertado todas las alarmas en la Navarra reaccionaria pues comprueban que su régimen caciquil peligra.
Y ¿qué decir de las últimas elecciones generales en nuestro entorno más cercano? Unos pocos votos hubieran bastado para que Bel Pozueta, la madre de Alsasua que se presentaba como candidata, hubiera representado a Navarra en el Congreso de los diputados. Su sola presencia en el Parlamento español hubiera sido el recordatorio permanente de siete jóvenes injuriados, de cientos de presos represaliados y de todo un pueblo agredido.
Y, hablando en positivo, qué decir de lo sucedido en Álava? Un puñado de votos hizo posible que Javier Maroto se quedara sin escaño. Fracasaba una persona que ha hecho de la xenofobia su santo y seña; que ha intentado sembrar racismo, que trató de envenenar la convivencia de una ciudad en la que miles de personas apuestan por el respeto a los diferentes.
Aquellos pocos votos acarrearon un espectacular cataclismo: hicieron posible que el PP no tenga ningún representante de la Comunidad Autónoma Vasca en las instituciones centralistas; han rebajado las ínfulasde un Casado que estaba sobradísimo y han provocado importantes fisuras en una derechona que ya afilaba espadas para reconquistar España.
Alguien dirá que los votos no lo arreglan todo. En eso le doy la razón. Nada de lo que hacemos arregla todo y, pese a ello, promovemos muchas y variadas iniciativas de signo transformador: concentraciones, asambleas, manifestaciones, debates, proyectos alternativos, reivindicaciones laborales, la existencia de esta misma radio que nos permite comunicarnos…Mi propuesta de hoy es que no planteemos como contrapuesto lo que pudiera ser confluyente. El desafío electoral es uno más de los muchos desafíos que tenemos abiertos.
Todos son complementarios, importantes y necesarios. En todos ellos tenemos que hacer frente al capitalismo imperialista. No deberíamos regalar a nuestros enemigos de pueblo y de clase ni un solo centímetro de nuestra soberanía secuestrada ni de nuestro poder popular.
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