«Pequeños Oasis» -Bego Oleaga-
En los ambientes en los que me muevo y en los que habitualmente me encuentro con personas sensibles ante diferentes temas y problemas sociales, constato con bastante frecuencia sentimientos de desencanto, impotencia y desanimo ante las poderosas Fuerzas del Mal que mueven los hilos del mundo –las élites económica y política-, así como la sensación de hartazgo como consecuencia de la mediocridad y la banalidad de la clase política que, cada vez más, introduce en sus discursos mensajes de odio hacia la diferencia, la otredad. Y el miedo. El miedo, en sus diferentes facetas, se va introduciendo en nuestras vidas.
Unido a esto hay otra cuestión que de forma recurrente aparece en las discusiones: ¿Qué pasa con esos millones de seres humanos indiferentes? ¿Qué conocemos del pensamiento del “hombre común” de la subjetividad del ciudadano común del que no se mete en política y sólo vota…? Wilhelm Reich en su “Discurso sobre la mediocridad” realiza una crítica mordaz al “hombre corriente, el pequeño hombre y la pequeña mujer, gris y egoísta, que suplican orden y autoridad”. En esta narración Reich mezcla reflexiones con diálogos entre él y esos hombrecillos y mujercillas que todas llevamos dentro, estableciendo un discurso sobre la mediocridad y la “normalización” social destructora de la vida, la naturaleza y lo diferente.
Al hilo de lo anterior, José Saramago en el libro “Sus palabras” desarrolla el concepto “Desierto de ideas” manifestando que “… vivimos en lo que se puede llamar hoy, sin ninguna exageración, un desierto de ideas. No hay ideas, no hay ideas nuevas, no hay ideas que movilicen, no hay ideas que hagan levantarse a las personas de su resignación, pues todos nos hemos resignado a una especie de fatalidad que no acepta cambios. Pero las ideas tampoco nacen así como así, es la propia sociedad la que tiene que generar eso, y, cuando ocurra, empezaremos a hacer algo.”
Y matizo: Parece ser que, hasta en el desierto más inhóspito, existen organismos vivos que favorecen y posibilitan que, en algunos lugares de su subsuelo, la vida vaya abriéndose camino. Los oasis son una muestra de ello. Por definición, un oasis es una porción de terreno ubicado en el interior de los desiertos de arena o roca. Siempre cuenta con cierta vegetación y, a veces, con pequeños manantiales o estanques de agua. Estas características facilitan que se establezcan en ellos asentamientos de personas, formando pequeñas poblaciones, y permiten que puedan cultivar la tierra y criar animales.
Frente al “desierto de ideas” que plantea Saramago, afortunadamente existen las pequeñas asociaciones y colectivos de personas que aquí y allá se van formando y que surgen para plantear, mediante diversos y variopintos proyectos, que existen otras formas de entender las realidades sociales, que de forma colectiva hemos de buscar respuestas y, que es posible caminar hacia otro tipo de modelo social basado en valores mediante los que construir practicas y discursos responsables y capaces de superar el modelo económico-social actual, individualista, depredador y profundamente desigual y violento… Estos grupos humanos son, recurriendo a la metáfora, los oasis-sociales que transmiten optimismo para revolucionar este desorden mundial y caminar hacia la construcción de un mundo que merezca la pena de ser vivido.
Ellos nos recuerdan que los derechos colectivos, individuales, políticos y sociales no pasan por su mejor momento. Un fiasco.
Continuando con las metáforas. Hay quienes opinen que los imponentes desiertos devoran, arrastrando hacia el subsuelo, todo indicio de vida. Pienso que solo en parte porque la fuerza de la vida, la capacidad de resistencia y de imaginar nuevas realidades, son potentes herramientas que hacen surgir del subsuelo nuevos oasis-colectivos-sociales imprescindibles para visibilizar lo que se quiere mantener oculto o minimizado.
¿Qué conocimiento tendríamos sobre la represión, las personas presas, las cárceles y sus consecuencias, sobre la realidad de la pobreza (casi medio millón de personas en Hego Euskal Herria), de la tragedia de los desahucios y el escándalo de viviendas vacías, de la explotación, maltrato y humillación que soportan las poblaciones migrantes, sobre el racismo y el clasismo…? ¿Seriamos conscientes de la boyante producción armamentística en nuestro Pueblo, de los apoyos institucionales con los que cuenta y de nuestra responsabilidad en las guerras…? ¿Conoceríamos las aportaciones de los diferentes grupos feministas? ¿Qué sabríamos acerca de la tortura y las distintas violencias o de los atropellos policiales, como por ejemplo el asesinato de Iñigo Cabacas por la Ertzaintza y un largo etc., si no existieran estos colectivos que alertan, informan, denuncian e invitan a la participación activa?
En opinión de la filósofa Marina Garcés, “El presente que estamos viviendo es tenso y difícil. En todas partes. El futuro del mundo es oscuro ahora mismo. Pero la vida se ilumina cada día si aprendemos a imaginar. Imaginar no es dejar volar la fantasía de cualquier forma, sin generar ideas y sensaciones que abran el mapa de lo que es posible. ¿Cómo podemos reaprender, hoy, a imaginar juntos la ciudad y, por lo tanto, el mundo que queremos? (Marina Garcés “Ciudad Princesa”)
Un griego muy sabio dijo, “Una pequeña roca retiene una gran ola”.
Bego Oleaga
¿Quieres apoyar a Hala Bedi?
En Hala Bedi construimos un proyecto comunicativo libre, comunitario y transformador. En el día a día, cientos de personas participamos en este proyecto, observando la realidad que nos afecta y tratando de transformarla junto a los movimientos populares.
Nuestros contenidos son libres porque nadie nos dicta qué podemos publicar y qué no. Y porque difundimos estos contenidos de forma libre y gratuita, con el objetivo de difundir, compartir y transformar.
Sin halabelarris, las socias y socios que apoyan económicamente a Hala Bedi, esto no sería posible. ¡Hazte halabelarri y apoya a Hala Bedi!