ORGULLO ANTIFASCISTA
“…y sepan que solo muero si ustedes van aflojando, porque el que murió peleando vive en cada compañero”
En las últimas semanas esta estrofa de la “Milonga del fusilado” resuena en mi cabeza incesantemente. No puedo dejar de pensar en ella cada vez que veo la foto de Segundo Hernández Blanco.
Descubrí su imagen en una caja de cartón donde María y Aris guardaban también unos recortes de prensa sobre la gran fuga que protagonizó en 1938. Ese hallazgo fue hace veinte años. Entonces, Segundo todavía era un desaparecido político, asesinado y enterrado de manera clandestina en alguna fosa común navarra. En el reverso de la foto había una dedicatoria: “En recuerdo de mi nunca olvidado amigo Segundo. Aris”, escrita por mi abuelo de su puño y letra, en memoria del hermano de María, mi abuela.
Puño y letra, me gusta esa expresión para construir un recuerdo en el que veo a Aris escribiendo esas palabras, a su lado está María. Aprieto el puño pensando en todas esas letras y me pregunto cómo vivió ella la detención de su hermano Segundo, aquel verano de 1936. Segundo escapó de Gasteiz junto con Aristarco, Aris para sus amigos. La capital alavesa estaba ya bajo control fascista y trataban de llegar a Otxandio. No lo consiguieron, les detuvo Camilo Alonso Vega, un criminal golpista que en las décadas posteriores de dictadura estuvo al frente nada menos que de la Guardia Civil y del ministerio de Gobernación.
Segundo acababa de cumplir 18 y fue condenado a pasar más tiempo enjaulado que todo lo que llevaba viviendo, 20 años de reclusión. Aristarco era menor de edad, solo tenía 16, fue condenado a 12 años. Ambos fueron encerrados en la Prisión Provincial de Vitoria, por su ubicación conocida como “cárcel de (la calle) La Paz”. Poca paz hemos tenido desde aquel día en mi familia. A esas celdas les llegó la noticia del primer crimen que nos asestó el fascismo.
El 14 de diciembre de 1936; el padre de Segundo y María, mi bisabuelo Joaquín Hernández Tabera, salió de su vivienda ubicada en el bajo de la calle Cuchillería 104. Seguramente con su hijo preso en sus pensamientos, acudió al puesto de trabajo en La Azucarera Vitoriana. Joaquín nunca regresó a casa. Secuestrado en la fábrica por un escuadrón de la muerte, se lo llevaron al término de Las Conchas, en La Puebla de Arganzón. Su cadáver fue abandonado en el río Zadorra, con tres disparos en la cabeza. “Destrucción cerebral producida por tres heridas de arma de fuego que le han atravesado el cráneo en varias direcciones“, así ha quedado grabado en el registro del cementerio. Era sindicalista, de la Unión General de Trabajadores, “socialista de verdad, no como los de ahora” le oí decir una vez a mi abuela.
Segundo se enteró del asesinato de su padre en prisión. Tres semanas después se lo llevaron al Fuerte de San Cristóbal, en el monte Ezkaba. Por esas mismas fechas también trasladaron de cárcel a Aristarco, se lo llevaron a Burgos. Separados en enero de 1937, los dos amigos nunca más se volvieron a ver.
“El bien más preciado es la libertad, hay que defenderla con fe y valor” dice el himno anarquista. Segundo, fiel a sus principios, lo llevó a la práctica el 22 de mayo de 1938. En la mayor fuga de la historia reciente europea, 795 presos huyeron de las garras franquistas. Solo 3 consiguieron cruzar la muga. La respuesta represiva fue de igual magnitud. Falangistas, guardias civiles y requetés perpetraron una cacería humana que exterminó a 206 fugados. Otros 586 fueron capturados y encerrados de nuevo; 14 de ellos, acusados de organizar la evasión, acabaron condenados a muerte y fusilados.
A la ejecución extrajudicial de Segundo se le añadió el castigo añadido de no saber ni siquiera el paradero de su cuerpo. Su vida quedó sepultada bajo la losa de la desaparición forzosa. De Joaquín, al menos, la familia supo que había sido enterrado en el cementerio de Argantzon. Con Segundo han tenido que pasar 86 años hasta que hemos localizado sus restos.
Su memoria, sin embargo, siempre ha estado presente. Porque Aristarco sí pudo volver a Gasteiz tras pasar por varios campos de concentración y batallones de trabajo forzoso. En su periplo represivo pasó por Miranda de Ebro, Madrid, Canarias y Tetuán. Desde la distancia intercambiaba cartas de amor con María. A ella el fascismo le había arrebatado un padre y un hermano. A él le habían robado varios años de libertad y mucho más: habían matado a su amigo. Unidos por las ganas de vivir, María y Aristarco se casaron en 1945. Nunca olvidaron a Segundo, pero no han podido ver cómo terminamos de escribir las últimas líneas de su vida.
Segundo ya no es un desaparecido. Hoy ya podemos leer la página entera de su historia. Ahora sabemos que lo mataron en Elia (Eguesibar) y que compartió el último aliento de resistencia con un roncalés, Vicente Mainz Landa. El acta de defunción corrobora que fueron asesinados después del 5 de junio de 1938. Esto es, Segundo cumplió 20 años en plena fuga, tras permanecer dos semanas huido. “Falleció a consecuencia de lucha con la fuerza pública” dice la siempre hipócrita versión oficial, desmentida por el informe forense de Aranzadi: “Nítido orificio de entrada de proyectil de arma de fuego en la parte posterior del parietal derecho”. El disparo fue en la cabeza, de atrás adelante. La verdad sale a la luz en el acto institucional de entrega de sus restos. Segundo ha sido proclamado en el Palacio Navarra, ante la atenta mirada de su hermana Hilaria. A sus 97 años, en mitad del torbellino de emociones, su presencia le da sentido a todo.
Es nuestra historia familiar, sí, pero también es la historia colectiva, política y militante de toda una generación comprometida. Se enfrentaron al fascismo y lucharon por construir el mundo nuevo que llevaban en sus corazones. El terror franquista los hizo desaparecer y el sistema de impunidad impuesto tras la muerte de Franco trató de borrarlos del mapa. No lo han conseguido, por eso estamos hoy aquí con la dignidad intacta, orgullosos de nuestra memoria revolucionaria.
El viernes 13 de diciembre vamos a reivindicar que sus sueños de libertad y justicia social siguen vigentes. Os esperamos en Hala Bedi Taberna, en el último portal de la Kutxi. Será en la misma vecindad donde vivía Segundo y donde su padre Joaquín, otro 13 de diciembre pero de 1936, pasó su última noche antes de ser asesinado. Celebraremos la noche de la Memoria Antifascista, por todas las estrellas que brillan en el cielo. Para que sigan alumbrando el camino.
Lander García (Memoriaktibista)
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